La pequeña aldea de Roncudo nos muestra una arquitectura con base en la misma piedra y totalmente adaptada al viento y a los temporales, con grandes muros de piedra que tienen que resguardar del crudo invierno a estas gentes.
Pequeñas agrupaciones de casas en lo más duro e incomunicado de estos Finisterres, una forma de vida que nos hace imaginar como sería hace décadas, sin luz, sin comunicaciones, en medio de los temporales… ¿te imaginas?.
En el caminar pausado por la aldea no paramos de pensar en eso, como se las apañarían en esas condiciones y sin las comunicaciones de hoy.
La gran cantidad de hórreos y algún que otro pallote atestiguan que la economía era, y sigue siendo, totalmente de subsistencia. Es una aldea preciosa, este Camiño dos Faros te sorprende a cada paso.
Estábamos saliendo de la aldea cuando nos cruzamos con un joven que de pronto dió un salto. No hay muchas personas que sean capaces de notar cuando los trasnos estamos presentes, pero él sí que lo notó rápidamente.
– ¿Qué facedes vós por aquí trasniños? – preguntó con acento de Corme.
– Estamos facendo O Camiño dos Faros, douscentos kilómetros pola beiramar dende Malpica a Fisterra. Imos andando e a ver cando chegamos.
– Ah, interesante… Eu chamome Suso… ¿e vós?
– Nos somos Xiña, Nemiño e Traski – soltamos nosotros.
– Bueno, pois se me esperades un momento deixolle estes percebes aquí na casa do meu amigo e acompáñovos ata o faro.
Suso era percebeiro y una de las personas que más sabía de la zona. El nos iba a contar como nadie la historia de O Roncudo.
Atravesamos la aldea del Roncudo y tomamos la pista a la derecha que nos acerca a los eólicos para bajar camino del Faro. Escuchando todas las historias que Suso nos estaba contando del mar bravo que rompe en las mejores piedras percebeiras del mundo, el tiempo se nos pasó volando.