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Cereixo

O Camiño dos Faros llega a Santiago de Cereixo, perteneciente al concello de Vimianzo. Un entorno singular y estratégico para el comercio que ya existía en el siglo X, pero los saqueos vikingos y árabes de los siglos XII y XIII lo destruyeron por completo. Para su refundación, el rey Alfonso XII le otorgó la carta puebla y varios privilegios, visitándolo en 1228 y fortaleciéndolo frente a los señores feudales. Su puerto fue muy importante en la época.

Antes de llegar, nos sorprende la silueta de un hórreo de 19 pies, uno de los mayores de Galicia. Está situado en Vila Purificación, un pazo barroco del siglo XVIII donde se cobraban los tributos, y que también cuenta con un palomar.

A la altura de las primeras casas cogemos el camino que nos lleva al borde del río.  Lo primero que nos encontramos es un ingenio de hace siglos, el molino de mareas. Construido en el año 1679 por la familia de los Moscosos y Altamira, el molino aprovechaba para moler tanto la fuerza del río Riotorto como la de las mareas de la ría. Ahora es utilizado como vivienda teniendo la entrada por una pasarela sobre el río.

Desde el molino el sendero nos lleva por el paseo fluvial del Riotorto, con paneles de información que nos ayudarán a comprender la fauna y flora. Al otro lado, hermosas casas colgantes por las que no parece haber pasado el tiempo. Aprovechamos estas agradables sombras del río para realizar la parada principal de avituallamiento. Llevamos un poco menos de la mitad de la etapa y tampoco podemos demorarnos mucho si queremos llegar a Muxía.

Por las escaleras subimos a la iglesia de Santiago de Cereixo, que fue construida en el siglo XII, conservando de esta etapa la planta románica y parte de los muros.

Lo más destacable es la imagen en el tímpano de una de las puertas, realizada en el siglo XII. Es la representación más antigua en piedra del traslado del cuerpo de Santiago Apóstol (Translatio) a Galicia, en una barca con siete discípulos.

Al lado de la iglesia nos encontramos las robustas Torres de Cereixo, construidas por los señores de Calo y Carantoña en el siglo XVII posiblemente sobre una fortaleza anterior, que protegía la desembocadura de las constantes incursiones vikingas. Cuando dejó de tener importancia defensiva, y aprovechando las dos torres almenadas existentes, se construyó un cuerpo principal que las uniese. Así, la parte de abajo se usaba para cobrar tributos y la planta alta como vivienda.

En la fachada principal y lateral, los escudos representan a buena parte de las familias nobles de la época que, en algún momento de la historia, fueron dueños de este pazo. A comienzos del siglo XX, la última propietaria descendiente de esos linajes la tuvo que vender. En la actualidad, es propiedad de un arquitecto y no está permitido las visitas pero, por lo que vemos desde afuera, parece bien cuidada.

En el centro de la plaza, para cerrar este hermoso conjunto, un impresionante carballo (roble), del que desconocemos la edad exacta pero sabemos que lleva allí varios siglos, probablemente más que las propias torres. Debajo de su amplia copa es otro buen sitio para la parada y un merecido descanso.

¿Qué te ha parecido este recorrido? Hemos dejado el borde del mar y nos hemos adentrado en las riberas del río Grande, un tramo lleno de vida e historia que creemos ha merecido mucho la pena. Ahora, a levantarse, que queda media etapa y queremos volver al mar.

Salimos de Cereixo hasta llegar al cementerio donde, una pista a la derecha, nos lleva a la carretera de la Playa do Lago, donde andaremos unos 200 metros antes de tomar el desvío a la derecha hacia el río. Es un tramo de carretera complicado, sin arcenes y debemos estar muy atentos a los coches, que no esperan encontrarse alguien andando por allí.

A Ponte do Porto

El topónimo Ponte do Porto proviene del puente que cruza el río Grande próximo a su desembocadura, y cuyo origen es del siglo XIII. Este pequeño puerto tuvo, en otros tiempos, un importante tráfico maderero, siendo el centro comercial de toda la comarca.

 
A finales del siglo XIX y principios del XX, la feria de Ponte do Porto fue el  epicentro de la venta y distribución del encaje de Camariñas, que se enviaba a Estados Unidos, Cuba y los principales países de Sudamérica. 
 

Cruzamos el puente medieval que se encuentra en el centro del pueblo. Al otro lado vemos la iglesia de San Pedro, que conserva una interesante colección de encajes. 

Cauce arriba del Río Grande existe un grupo de molinos ya documentados a finales del siglo XVI, algunos de los cuales movían el mazo de las más importantes herrerías de la época. Hay una ruta que los recorre todos pero tiene una falta de mantenimiento importante.

En el pueblo, muy poco queda del pasado lleno de vida. En el paseo fluvial hasta Cereixo podremos ver patos y otras aves acuáticas que encuentran en esta desembocadura el hábitat perfecto.

Ruta da Insua

El Monte da Insua separa la Ensenada da Basa de la desembocadura del Río Grande. O Camiño dos Faros discurre por la pista de tierra del litoral, teniendo en cuenta que, si tenemos marea baja, también lo podemos hacer por la arena.

La ruta recorre la parte este de la ensenada en dirección a Punta Sandría, donde ya encontramos las playas de la desembocadura del Río Grande, que iremos remontando hasta llegar a Ariño.

 

Si queremos ver unas vistas de toda la ría y la población de Camariñas podemos subir al Alto da Insua, de 104 metros. No entra dentro de la ruta, y es un kilómetro de subida a través de pinares que tendremos que volver a hacer de vuelta para retomar nuestro Camiño dos Faros.

Lo primero que nos encontramos por la costa es la Fuente de Agramar, cerca de los restos de la mina Amparo que se dedicaba a la extracción de wolfram.

El recorrido por la Ruta da Insua es muy cómodo, todo a través de una senda entre pinares por la que llegamos a la playa de Ariña Blanca y a la Punta Sandría, que divide la ensenada de la desembocadura del Río Grande. Allí contemplamos las actividades de marisqueo aprovechando la marea baja.

 

Después de pasar Rego dos Coiros llegamos a Ariño. La Playa de Ariño es otro lujo en este Camiño dos Faros. Rodeada de un pinar con mesas y sillas de piedra, es el sitio perfecto para hacer la primera parada del día. El lugar se presta…

Justo enfrente, vemos la playa de Area Branca, ya en el municipio de Muxía, pero para llegar a ella vamos a tener que dar una vuelta de aproximadamente 8 kilómetros.

Cruzamos la Playa de Ariño hasta el final y tomamos la pista a la izquierda que nos lleva de nuevo a la carretera, salvando la desembocadura del Río Lamastredo. Al llegar a la carretera, cruzaremos por donde está el Bar Ariño para adentraremos por Tasaraño en el rural de este concello, camino de Ponte do Porto.

Saliendo de Camariñas

O Camiño dos Faros se despide de Camariñas.  Nos levantamos tempranito y vemos el amanecer en el puerto mientras nos vamos alejando camino de Muxía donde finalizará esta sexta etapa.

 

Tomamos el paseo que bordea la conservera Cerdeimar. Con la llegada de los fomentadores catalanes a partir del siglo XVIII, la industria de salazón se convirtió en uno de los mayores impulsos a la economía de Galicia.

Camariñas era el puerto de mayor importancia a mediados de ese siglo en la Costa da Morte, contando con el mayor número de barcos con cubierta para comerciar la sardina con diferentes puertos del litoral atlántico y cantábrico. Del puerto salían cargados de sardina con rumbo al País Vasco y el retorno lo hacian cargados de hierro que vendían en la comarca. En el Catastro del Marqués de la Ensenada de 1753, se refiere al sistema de pesca de la sardina en la villa de los encajes.

Con estos nuevos métodos de salazon, el pescado se salaba en barriles para su consumo invernal, sobre todo en zonas de interior. Salazones Cerdeiras se fundó en 1884 y, después de cuatro generaciones, ha llegado hasta nuestros días. El Museo de la Conserva se puede visitar en las instalaciones de la fábrica.

 

La Praia de Area da Vila está a la salida de Camariñas. En la noche de San Juan tiene lugar allí el Lumarea, donde encienden la cachela más grande de la Costa da Morte.

El camino continúa al otro lado del arenal, donde tomamos una pequeña senda que nos lleva hasta la Praia de Lingunde, otro tesoro de esta Ría. A partir de allí ya nos metemos en la Ensenada da Basa.

 

 

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Mar do Vilán

Desde la piscifactoría comienza una senda costera de 7 kilómetros que nos acercará hasta el puerto de Camariñas en 2 horas. Durante el cómodo trayecto podemos disfrutar de unas vistas privilegiadas de toda la ría.

La piscifactoria de engorde de rodaballo de Stolt Sea Farm fue inaugurada en el año 2005.  Por esta parte de atrás vemos las enormes tuberías que succionan el agua del mar, que recorrerá los distintos circuitos, antes de ser expulsada por la otra parte del cabo.

Continuamos nuestro camino por la zona de A Coenda, que nos puede ofrecer dos imágenes muy distintas. La de la primavera, con todos los brezos con flor…

…o la del invierno, con mar embravecido. Grandes olas con mar de fondo que rompen contra las rocas provocando un gran estruendo lleno de espuma blanca.

A la altura del campo de fútbol, por una desviación a la derecha, ascendemos Monte Farelo para llegar a la Ermita da Virxe do Monte.

Tened en cuenta que después habrá que retornar al mismo punto para seguir la senda que, atravesando la Praia do LagoPortocelo, nos acerca en 3 kilómetros al final de la etapa

Cementerio dos Ingleses

Aquí, a la izquierda de la Praia do Trece, en Cabo Tosto, en la restinga conocida como Punta Boi tuvieron lugar tres naufragios a finales del siglo XIX que marcaron para siempre la historia y el nombre de la Costa da Morte: el Iris Hull (1883), el Serpent (1890) y el Trinacria (1893).

El Iris Hull era un barco vapor inglés de 1433 Tm que había salido de Cardiff con destino a la India vía Gibraltar, tripulado por 38 hombres. A las cuatro de la madrugada del día 5 de noviembre de 1883, en medio de un fuerte temporal del noroeste, choca con los llamados Baixos de Antón, en Punta Boi, destrozando el buque. La lucha entre la vida y la muerte no había hecho más que comenzar, prolongándose durante todo un angustioso día.

Así lo contó un testigo:»Ayer, serían las ocho de la mañana, circuló por esta villa la noticia de que en los bajos próximos a Cabo Villano había naufragado un vapor y que los tripulantes estaba en los palos pidiendo auxilio.
Inmediatamente y movidos por un sentimiento de humanidad, nos pusimos en marcha numerosas personas, deseando socorrer a los infelices que luchaban con la muerte y a la media legua de distancia en dirección norte y sitio nombrado Punta Boi, el cuadro que se presentó a nuestra vista era algo terrible: el buque, completamente sumergido y en parte destrozado; de los tres palos que tenía se conservaban dos y, en las jarcias, y atados a los mástiles,nueve hombres que, al ver a las gentes en a orilla, redoblaron sus gritos de socorro. Estaba próximos a tierra que, en días de calma, se puede hablar, quedando todas aquellas peñas en seco cuando baja la marea. 
Tal espectáculo contrastaba el ánimo, aumentando la pena la imposibilidad de poder socorrerlos; enormes montañas de agua que los cubrían por intervalos, el viento sur soplaba con furia y las rompientes que se extendían más de dos millas a fuera, impedían que ninguna lancha pudiera llegar al buque para recoger a aquellos desgraciados«.

Durante todo el día, las maniobras de salvamento resultaron infructuosas. Dos de ellos intentaron alcanzar la costa a nado y acabaron desapareciendo entre las olas. Milagrosamente, hubo un superviviente llamado George Chirgwin que fue devuelto por el mar y apareció todo ensangrentado en la Playa de Reira.

Las críticas de la prensa de la época no pararon ante la situación de aislamiento que sufría la comarca. «Este triste suceso llenó de consternación a los habitantes de esta villa y al publicar la noticia hará usted un gran bien a la humanidad, llamando la atención sobre el abandono que existe por parte de las autoridades de Marina, pues siendo como es esta costa una de las más peligrosas y en donde son tan frecuentes los naufragios, no se cuenta con ninguno de los modernos medios de salvamento que tienen otros países, porque es indudable que si ayer se hubiera podido lanzar un cabo al buque tan cerca como estaba de tierra los que se aguantaron en los palos, a no salvarse todos, tampoco hubieran perecido. Pero, ya se ven nuestras autoridades se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena, y mientras, cuando se ofrece un caso de estos, hay que cruzarse de brazos y ser simple espectador».

Los cuerpos fueron enterrados en las proximidades de Punta Boi, una punta asesina donde siete años después iba a producirse el naufragio que más repercusión tuvo en la época.

El buque Serpent era un barco de la corona británica, con una eslora de 75 metros y una dotación de 175 hombres, había zarpado del puerto de Plymouth el 8 de noviembre de 1890 con un fuerte temporal del SW, capitaneado por el experimentado Harry L. Ross. Iba acompañado por el cañonero Lapwing y se dirigía a Sierra Leona vía Madeira.

HMS_Serpent

A las 11 de la noche del 10 de noviembre se va contra las rocas de Punta Boi. Encajado entre las rocas, logra mantenerse en la superficie durante algo más de una hora, lanzando varios cabos que se rompían contra las rocas. Intentan arriar los botes pero las olas los estrellan contra las rocas. Todos los intentos para abandonar el barco son infructuosos y vuelven a producirse las escenas de pánico en medio de la noche.

El duro mar se llevó para siempre a los tripulantes del Serpent. Sólo tres se pudieron salvar la vida milagrosamente, siendo escupidos por el mar hacia la Playa de Trece. Dos de ellos deambularon monte arriba hasta que, a la mañana siguiente, fueron avistados por un labrador en Pescadoira.

En los días posteriores, el mar fue depositando los cuerpos sin vida de los otros 172 tripulantes del Serpent, la mayoría muy jóvenes. Los vecinos de Xaviña y Camariñas ayudaron a darles sepultura consagrando el lugar donde ya estaba enterrados los del Irish Hull con un pequeño cementerio, hoy llamado Cementerio de los Ingleses.

Después de este suceso, el cura de Xaviña y las gentes del lugar fueron obsequiados por el Almirantazgo inglés. Una escopeta para el cura, un reloj de oro para el alcalde y un barómetro para el pueblo de Camariñas que aún puede verse hoy en una casa del puerto.

Durante muchos años, cada vez que un barco de la armada inglesa surcaba estas costas, disparaba salvas de reglamento lanzando al mar una corona de flores. Este ha sido el naufragio sucedido en esta costa que más eco tuvo en la época.

A partir de la tragedia del Serpent, se iniciaron una serie de reformas para mejorar la navegación en este litoral, como la construcción del nuevo Faro Vilán, que se aceleró con el último de los accidentes de esta triada infernal.

Era la madrugada del 6 al 7 de febrero de 1893 y arreciaba el temporal en la costa de Vilán. El barco inglés Trinacria había salido de Glasgow con destino a Gibraltar, Génova y Livorno, con un cargamento de hierro, ladrillo, carbón y cera. En el viajaban 33 tripulantes y 4 pasajeros, entre ellos una niña de 15 años.

Cuando estaban a punto de hacer la recalada en Vilán, su capitán Mr. Muny no se debió dar cuenta de que se estaban acercando peligrosamente a tierra. A las seis de la mañana del día 7 se estrellaba contra los bajos de Lucín. Las escenas de pánico se vuelven a suceder en esta Costa da Morte y otro barco es víctima de esta Punta Boi que no perdona. A siete de sus tripulantes, no se sabe como, devolvió milagrosamente el Mar de Trece a la playa, viendo impasibles al amanecer como nada quedaba ya del Trinacria. Fueron llevados a Camariñas llenándolos de atenciones hasta que, dos días después, partieron para Corcubión.

Poco a poco, el mar fue escupiendo cadáveres, que fueron enterrados en la cercanías. Pasados unos días, aparecía entre las rocas una masa ingente de maderas, cuerdas, cera, ropas y cadáveres. A pesar de los esfuerzos por intentar identificarlos, era imposible y no quedó más remedio que rociarlo todo con gasolina y quemarlo. Desde aquel día, este lugar muy cerca de Punta Boi se conoce como «A furna dos difuntos queimados».

Este accidente ya fue la gota que colmó el vaso. Habían pasado tres años desde lo del Serpent y se habían producido en un corto espacio de tiempo varias catástrofes en un mismo punto. Los marinos ingleses ya le llamaban a este tramo del litoral la Costa da Morte y las autoridades inglesas presionaron a las españolas. Faro Vilán se inaugura en 1896, siendo el primer faro eléctrico que orientó a los marineros en esta complicadísima Costa da Morte.

Hacemos una parada para visitar el cementerio y, mirando para el mar de Punta Boi, pensamos en lo hermoso que es O Camiño dos Faros para algunos y lo trágico que ha sido para otros.

Desde el muro del cementerio vemos al norte las puntas que hemos recorrido: Roncudo, Laxe…. Una vez bordeemos Punta Boi dejaremos de verlas y contemplaremos por primera vez el mítico Cabo Vilán, punto clave en este Camiño dos Faros y que aún tardaremos unas dos horas en alcanzarlo.

 

Panorámica 360º del Cementerio de los Ingleses

Arou

Arou es el final de la cuarta etapa de O Camiño dos Faros. Un pueblo con una magia especial que a los trasnos nos atrae, allí encajonado entre los grandes peñascos que lo rodean.

Cuenta con una amplia playa de aguas tranquilas donde, si el tiempo lo permite, podemos descansar…

… o darnos un refrescante chapuzón

También merece la pena un paseo por sus calles, donde  volvemos a ver esa economía de autoabastecimiento, con las lanchas y las nasas de ir al pulpo mezcladas con las pequeñas huertas y hórreos para almacenar las cosechas.

Así acaba nuestro recorrido, con en un final de etapa donde tenemos pocos servicios, ya que únicamente tiene dos bares. La siguiente etapa, que nos llevará por un tramo agreste de costa único en el mundo: A Costa da Morte.

Museo de Man

Hace muchos años llegó a Camelle un joven alemán que, maravillado por esta zona de la costa, se quedó a vivir en ella en un compromiso de perfecta armonía. Esta armonía con el mar y las rocas queda reflejado en este museo al aire libre que le servía de casa.

Manfred Gnädinger (Man) falleció en Diciembre del 2002, días después de que el Prestige derramara todo su carga de hidrocarburos en esta costa, afectando gravemente a su museo. Desde aquí queremos poner nuestro granito de arena para que este hombre amante de la naturaleza no quede en el olvido y que su obra y su filosofía, tan integrada con la zona, perdure en el tiempo.

La visión de Man nos causaba una gran impresión: alto y delgado, con pelo y barba larga, su única ropa era un taparrabos. Vivía en el centro del museo, en una caseta pintada con llamativos círculos de colores, una constante en su obra.

Manfred Gnädinger nace en 1936 en Radofzell (Alemania) en una familia acomodada donde es el menor de 7 hermanos. Con 14 años comienza sus estudios de pastelería que lo llevan a trabajar en prestigiosos locales de Suiza. A los 16 años muere su madre, y esto a Man le supone un golpe muy duro. Aunque continúa trabajando en Suiza, ya empieza a interesarse por el arte y su mente inquieta empieza a fluir.

Con 25 años vuelve a su pueblo natal, en el que va a estar poco tiempo. Desde la muerte de su madre, se apoya en una señora mayor que es de Muxía, y que le habla de la Costa da Morte, de las piedras, del mar… A Man le fascinaban aquellas historias.

Entonces, comienza un viaje por Francia y el norte de España hasta llegar a la playa de Traba para desde allí, por donde venimos nosotros, dirigirse a Camelle, a donde llega el día de la fiesta de 1962. Se supone que iba para Muxía, pero aquí se quedó.

Pulcramente vestido y católico practicante, trabó amistad con la familia Baña Heim, los únicos que sabían alemán. Ellos le alquilaron una pequeña casa de piedra a la entrada del pueblo, donde empieza su evolución interior. Pintar las paredes de negro, empieza a coleccionar piezas y recoger todo tipo de cosas, que los caseros le dicen que así no pueden seguir.

Entonces Man desaparece. Y, después de dos días, aparece totalmente desnudo, sólo con su taparrabos. Compra un terreno en la punta del muelle y empieza a construir su caseta, en total comunión con la naturaleza y sin electricidad ni agua.  

Es aquí, a principios de los 70, cuando Man comienza su obra, donde el círculo y los colores básicos son una parte fundamental. Aunque realiza obras en todo el territorio, se va consolidando su jardín-museo alrededor de la casa. Es una artista multidisciplinar y la escritura,  la pintura o la fotografía también tienen espacio en esa mente inquieta.

Mientras, su estilo de vida ecologista va evolucionado, plantando su propio huerto alrededor de la casa, donde se calienta a través de un pequeño solarium. Esa dieta vegetariana y sus grandes caminatas a los montes cercanos y sus travesías nadando lo mantenían fuerte.

En 1985 tienen lugar las obras del espigón, que los marineros de Camelle necesitaban para proteger sus barcos. Pero el proyecto pasaba por encima de su jardín-museo. Después de enviar escritos a las autoridades y otras protestas, consiguió que se modificase parte del proyecto, pero no todo. Llegaron las obras y él, como señal de protesta, se tumbó en el hormigón, de frente y de lado, creando sus propias siluetas que podéis ver hoy.

A partir de ese momento, el espigón también formará parte de su obra y Man va evolucionando. El museo es una recolección de piedras, huesos de animales, artes de pesca y otras crebas que le trae el mar, todo perfectamente conjuntados y predominando las formas esféricas y circulares de vivos colores.

Como rezaba en la entrada, ‘Ver 1 euro’. Man cobraba este precio simbólico a los visitantes mientras nos daba unos lápices de colores y una libreta donde nos pedía que hiciéramos un dibujo de lo que veíamos, que era para nosotros su museo y él, además que firmáramos con  nombre y fecha de nacimiento. Según sus propias palabras: «Esto es para la interpretación libre, sí, para que los niños produzcan su propia imaginación, y yo les doy a cada niño una libreta para hacer un dibujo libre sobre el museo. El museo es el árbol, y cada folio de la libreta es un folio de ese árbol y cada dibujo es un fruto de ese árbol». 
 
 

El 16 de noviembre del 2002 la primera oleada de fuel del Prestige inundaba su museo. Man declaraba: «Yo decir que esto no debe limpiarse nunca…, ser episodio de la Historia. Quedar así debe, para todos recordar quién es hombre, porque hombre no querer a hombre, ni a mar, ni peces ni playa.»

El 28 de diciembre del 2002 Manfred Gnädinger fallecía y con él una obra única.

Man es un personaje que debería ser recordado por el amor que procesó a la naturaleza de este rincón de la costa gallega, y por un arte totalmente integrado con ella.

Sin embargo, su legado está en estado crítico. Ni las administraciones ni las mismas gentes de Camelle pudieron salvaguardar este tesoro único. Los inviernos de la Costa da Morte son muy duros y fueron haciendo su trabajo.

En los últimos años, se comenzó un proyecto de recuperación y catalogación de su obra, en un pequeño bajo de la caseta tenía almacenado gran parte de las libretas, fotografías, diarios y esculturas. El resultado de esta trabajo se puede ver en el museo de la Casa do Alemán.

Horario Museo de la Casa del Alemán (Camelle)
Julio y Agosto: De 11:00-13:00 y 16:00-19:00 (lunes cerrado)
Resto del año: Fines de semana y festivos de 11:00-13:00 y 16:00-19:00
Teléfono: 981710224

Este documental, realizado en 1986, nos parece una joya. En el podéis introduciros totalmente en la vida de Man, entrar en su museo, en su casa…

En el jardín-museo, en el espigón de Camelle, finaliza este tramo y comienza el último que nos llevará hasta Arou. 


Camelle

Camelle es un pequeño y bello puerto marinero que conserva en sus calles el encanto de antaño. Estamos entrando en el corazón de la Costa da Morte, uno de los tramos de costa con más naufragios a nivel mundial. Sus gentes, la mayoría dedicadas a la pesca, tienen la fama de ser gentes de mar que, arriesgando sus vidas, ayudaron en el salvamento de los muchos barcos naufragados en estas costas.

De uno de esos naufragios, el del buque inglés City of Agra naufragado en 1897, se conserva la campana en la iglesia del Espíritu Santo. Esta actitud heroica de los habitantes de Camelle y Arou en el rescate les llevó a ser condecorados por la corona inglesa.

En el año 1898 se instaló la Estación de Salvamentos Barbeito que, además de prestar auxilio, salvaba también las cargas y desguazaba los buques siniestrados. Debido que Camelle era el lugar a donde se dirigían los náufragos y se les prestaba las primeras atenciones, existían compañías de seguros, agentes de aduanas y cónsules de distintos países.

O Camiño dos Faros entra por la Praia de Camelle, que atravesamos para llegar al paseo marítimo. Allí podemos ver la actividad que tiene este pequeño puerto

 

En la entrada de la pequeña ensenada de Camelle había unos bajos que se llamaban A Pedra do Porto que, con la construcción del dique, fueron demolidos en el 2005. Allí, a principios del siglo XX, acabaron sus singladuras tres barcos.

Era una noche de niebla y de temporal la del 10 de febrero de 1904. El Yeoman, barco inglés recientemente construido en Liverpool y capitaneado por Mr. Willian Lang, realizaba la singladura Liverpool-Calcuta con 4.000 toneladas de carga general, 2.000 de sal y 1.500 de carbón. Ante la peligrosidad de la noche, los oficiales se turnaban de guardia en el puente, mientras que sus otros 80 tripulantes (67 indios) y 4 pasajeros dormían. A las 3 de la mañana se empotraba contra A Pedra do Porto.

En un momento el pánico se apoderó de la tripulación que no era capaz de atender las ordenes del capitán. Ocho de los indios se lanzaron en un bote al mar que, al par de horas, aparecía destrozado en la playa de Arnado, con cuatro de ellos cadáveres. El resto sobrevivieron gracias a la generosidad y arrojo de las gentes de Camelle que no dudaron en jugarse la vida para salvar a aquellos infelices de una muerte segura.

A los dos días del naufragio, parte de la mercancía empezó a llegar a las playas, y las gentes de la zona saltaban de una a otra roca en busca del genero.

A las 11 de la noche del 12 de enero de 1915 naufragaba en la misma Pedra do Porto el Natalia, barco español de 2000 Tm que se dirigía de Liverpool a Coruña y Vigo con carga general. Después de dejar parte de su carga en Coruña, navegaba entre la niebla cuando se fue a dar contra este bajo. Al siniestro acudieron las gentes de Camelle que pudieron salvar a todos sus 35 tripulantes. Al día siguiente, la marejada fue destrozando el barco, del que se pudo recuperar un enorme torno y una colección de telares. A lo largo de los días, fue apareciendo por toda la costa pacas de género, sacas de bacalao y sulfatos.

El 20 de agosto de 1934 el petrolero ruso Boris Sheboldaev, de 13000 Tm y equipado con la mejor tecnología de la época, se dirigía con los tanques vacíos de Leningrado a Batún. En el medio de una marejada y bajo la niebla, fue a dar contra A Pedra do Porto, no tardando más de media hora en partirse en dos y quedarse sin luz. A los gritos de auxilio llegaron los bravos marineros de Camelle que no lo tenían nada fácil. El barco estaba paralelo a tierra, encallado en aquella roca y bajo el empuje del mar que provocaba unas olas que barrían la cubierta. En medio de aquella infernal noche se consiguieron salvar a 28 de los 41 tripulantes. El resto, que permanecían junto al capitán en la proa, fueron salvados al día siguiente.

Boris Sheboldaef

A pesar de ir vacío, este accidente provocó la primera marea negra de la Costa da Morte. Sobre la playa había una extensa capa de petróleo y durante todo un año no se pudieron consumir pescados ni mariscos. Como veis, Camelle y A Pedra do Porto tienen una historia cargada de naufragios.

En la punta del muelle nos encontraremos uno de los museos más curiosos de Galicia: un museo de piedras de las más diversas formas y colores que durante muchos años creó un personaje llegado desde Alemania y que se quedó cautivo de estas tierras: Man, el alemán de Camelle. 

Praia e Lagoa de Traba

Este espacio natural de Traba, formado por la playa y la laguna, está lleno de belleza natural. Cuenta la leyenda que bajo sus aguas está enterrada por castigo divino la ciudad de Valverde.

La amplia Praia de Traba de 2650 metros abierta al mar tiene un complejo dunar que la separa de la laguna de gran valor ecológico.

Que este Camiño dos Faros está lleno de sensaciones no es la primera vez que os lo digo. En la soledad de esta inmensidad, escuchando el rugir continuo del mar… O Camiño dos Faros, una sensación a cada paso…

Llegamos al espacio natural de la Lagoa de Traba, que recorremos a través de la pasarela de madera. En el proceso de su formación primero hay una bahía en la que desembocan dos riachuelos. El aporte de materia fluvial y de corrientes marinas van formando una barra de arena que cierra la bahía y una playa en forma de flecha.

Sobre la barra se forma un cordón de dunas que se va extendiendo. Al quedar cerrada la salida al mar de los dos ríos, se formó una laguna mucho más grande que la actual. A partir de ese momento se produce otra fase, en la que depósitos de arenas y limos van colmatando los bordes de la laguna, disminuyendo su profundidad y permitiendo la fijación de vegetación adaptada a estas condiciones que, a su vez, provocan más deposición de sedimentos y más terrenos van quedando descubiertos. Esta es la fase actual de la laguna de Traba: una pequeña laguna rodeada hacia el interior por una marisma.

Hoy la laguna es estrecha, de unos 250 m de anchura media y unos 800 m de largo, ovoide. La comunicación con el mar se realiza a través de un estrecho canal de, aproximadamente, 5 m de anchura y 400 m de longitud

La vegetación es la típica de estes biotopos: la laguna está rodeada en su práctica totalidad por un denso carrizal (Phragmites australis), también hay espadanas (Typha latifolia) y un juncal (Juncus maritimus) donde ya se deja notar la salinidad del agua.

En cuanto a fauna decir que en el denso carrizal encuentran refugio para su nidificación diversas aves como la gallina de río (Gallinula chloropus), el rascón de agua (Rallus aquaticus) y la fulepa unicolor (Locustella luscinioides). Los Anátidos también están bien representados.

Sin embargo el interés de este espacio natural se centra en el gran número de citas de aves invernantes extrañas en estas latitudes: pilro americano (Calidris melanotos), bilurico patiamarillo pequeño (Tringla flavipes), gaviota llorona americana (Larus atricilla), gaviota de Bonaparte (Larus philadelphia), carrán sombrío (Sterna fuscata), galiñola pinta (Porzana porzana), galiñola pequeña (Porzana tonta), galiñola común (Porzana pusilla), abetoro americano (Botaurus lentiginosus) y escribienta de las cañas (Emberiza schoeniclus), entre otras.

En el recorrido por la laguna podemos detenernos en los miradores, aunque la poca altura de los mismos no nos deja observar con más nitidez la vida en este habitat.

Al final del paseo por la laguna, llegamos a la pequeña aldea de Mórdomo, donde se encuentra el Bar Os Espiños, además de un area recreativa con bancos y mesas, el lugar perfecto para el avituallamiento de la etapa.

Después de darnos un merecido descanso, continuamos hacia Camelle por el paseo sobre las dunas de Traba, con todo su tapiz de colores…

… que nos acerca al borde sur de la playa, donde acaba este tramo que nos mostró toda la riqueza natural de este ecosistema