El fin de semana es un conjunto de dos días mágicos en que nos salimos de la rutina diaria y hacemos cosas menos comunes. A los niños les gusta contar sus peripecias al llegar al cole. Y también les gusta saber qué hacemos los mayores para divertirnos. Es ahí cuando nos catalogan como “adulto divertido” o “adulto coñazo”. A mayores, la hora de lectura es tediosa para muchos de ellos y por más que intentemos que lean, que se empapen de cuentos mágicos y aventuras divertidas, no hay forma de que ese gusto emerja… Pero siempre hay que jugar una nueva carta y, en este caso, el COMODÍN se llamó “TRASKI”.
Empezamos relatando nuestras hazañas del fin de semana y ahí es donde apareció Traski. Ese trasniño verde que nos guiaba a Antón y a mí por O Camiño dos Faros empezó a ser alguien familiar para mis pequeños. Las fotos que hacíamos en la ruta y las que la Asociación tiene colgadas en la red pasaron a ser también familiares para los niños.
Comenzaron a conocer y a ubicar A Costa da Morte. Les empezaron a sonar los faros, el mar, los percebeiros, las furnas… pero sobre todo, la estrella, era Traski. Él era el protagonista de todas sus dudas. Tenían muchas preguntas que hacerle y deseaban con todas sus fuerzas ser sus amigos así que, Traski, que es muy molón, se puso en contacto con ellos. ¿Cómo? Por supuesto, a través del correo postal.
Al principio empezaron a aparecer las cartas por sitios insospechados de la clase, ¡vaya lata tener que buscar por todos los rincones! Al ser una única carta para todos no llegaba a enganchar a todo el grupo así que nuestro trasniño rey tuvo que pasar a la acción directa: cartas personales para cada uno. Era divertido buscar las cartas por toda la clase pero un poco lío para Traski saber dónde habían escondido las cartas-respuesta cada remitente, así que el propio Traski nos regaló un buzón.
Fue genial comprobar cómo leían, cada uno, sus propias cartas. Y también, cómo respondían. Aquella tarea tediosa que resultaba la hora de la lectura, para algunos, parece que dejó de serlo y si la condición era poder contestar usando rotuladores, ¡benditos sean los rotuladores! ¡Avanti, mis valientes!
Así resultó mucho más sencillo mantener una correspondencia menos caótica. Y así empezó todo…