Apareció una mascota, un muñeco de Traski. Traski nos lo dejaba en clase para que lo tuviese en su mesa el que mejor se portase o quien más se lo mereciese por ser buena persona, buen compañero. Pero, a veces, nos lo escondía porque es un trasno bastante travieso. Nos dejaba estas notas…
Otra vez el azar hizo que empezase una nueva edición del Camiño dos Faros y allá me fui, con Iria. Los niños lo sabían pues Traski les informó muy bien sobre mi cometido en ese Camiño: traerles toda la información que él dejaba para ellos en la ruta: ya en formato papel, imágenes o incluso material. Y eso hice. ¿Quién soy yo para contradecir las peticiones de Traski?
Estando de ruta, Antón y yo nos encontrábamos notas como la siguiente, para los niños. Además de llevárselas a clase para que ejecutasen la tarea que Traski les encomendaba (desde búsquedas de información, investigación sobre la vida en A Costa da Morte, normas de conducta en la naturaleza, productos típicos de allí…) también les hacía las fotos y los vídeos pertinentes para que ellos percibiesen la existencia de ese trasno veloz que está pero que no se deja ver…
Conocer la casa de Traski fue “lo más” porque… ¡vaya, está pintada por él! A ver quién les dice lo contrario…
Pero las dudas no hicieron más que comenzar porque… “Profe, ¿y cómo sabes por dónde tienes que ir?” La mejor manera de sacar a alguien de dudas es mostrarle la respuesta:
El correo entre los niños y Traski iba en aumento día a día. Cartas como estas llenaban el buzón a última hora de la mañana.
Entre Traski y mis “trasniños” se creó un vínculo especial. Traski les planteaba adivinanzas, juegos, retos… En muchos casos apostaba por un trabajo en equipo en el que los niños tenían que pedir colaboración a otros niños y a otros adultos. Traski también se interesaba por temas que se trataban en clase y les instaba a responder para comprobar cuánto habían aprendido.
Mis trasniños correspondían con una respuesta al reto y enviaban otra para Traski y sus trasnos traviesos. Y digo “sus trasnos traviesos” porque los niños, en sus cartas, también preguntaban a Traski sobre su vida: si tenía familia, cuántos años tenía, qué comía, qué le gustaba hacer, qué significaba su símbolo de la tripa…
Descubrieron que Traski tenía una gran familia: todas las combinaciones posibles de vocales en la palabra Traski (Traska, Tresko, Truske, Troski, Trisca, Trosca, Trosco, Trasco…).
Descubrieron también que esa espiral que llevaba dibujada en la tripa era un símbolo celta y representaba, entre otras cosas, la inmortalidad. Ese símbolo ya es la firma de Traski para siempre. Entendieron entonces que Traski no cumplía años, sino días… Y así, muchos datos más sobre Traski y su familia de trasnos.
Traski les mostraba agradecimiento a sus colaboradores, de manera que ellos aprendían que quien quiere una recompensa, se tiene que implicar. Y por supuesto, no todos obtenían premios. Hay que participar para merecerlos.
Cada lunes, al volver del fin de semana, los pequeños preguntaban si Traski había dejado alguna nota en la etapa correspondiente del Camiño, para ellos. Y, a veces, sí había notas. Sabíamos que eran para nosotros cuando el muñeco aparecía encima.
Les pidió un trabajito sobre los símbolos celtas (a Jaime), otro sobre las normas que cuidar en la naturaleza (a David) y como es muy travieso, una vez hechos por los niños esos trabajitos, se los llevó hasta la ruta para que allí me los encontrase y se los trajese de vuelta a clase.
Entra en juego el gorro mágico
Traski no es un ser común y rutinario y, como era de esperar y así lo demandaban los pitufines, introdujo un nuevo centro de interés… ¡UNO DE SUS GORROS! Obviamente, es un gorro mágico. Dejaba notas a diario indicándonos quién era el que merecía llevarse el gorro ese día, por buena actitud. Lo “más guay” de Traski, decían los niños, “es que premia que nos esforcemos y que lo intentemos, no que seamos los más listos”… ¡Cuánto quieren a Traski! ¡Y cuánto los quiere Traski a ellos!
El gorro fue muy motivador para todos ellos. Los papás y mamás me contaban el poder del gorro en sus cabecitas. Y era genial porque con el gorro, en clase, alguno incluso trabajaba con más ganas. Ese gorro divertido, además de darles capacidad de trabajo y esfuerzo, hacía cosas peculiares como encenderles la tele sin mando, guardarnos zapatos en la nevera… cosas muy simpáticas y extrañas que hacen los gorros de Traski.
En algún momento el gorro empezó a fallar y descubrimos que el sastre había puesto una dosis baja de magia en el momento de su costura, hubo que llevarlo a reparar… Y así pasaban los días entre el cole, los niños y Traski.