Por fin llegamos a la Praia de Moreira, una hermosa cala de bolos y arena, donde vamos a hacer una pequeña parada para descansar.
Ya habíamos pasado el tramo más duro de la ruta, diez kilómetros sin tregua en los que parecía más que estábamos en una cordillera que haciendo una ruta por la costa.
Desde aquí vemos la inaccesibilidad de la Ribeira de Viseo. Estos grandes acantilados son los que hace nimposible que nuestro camino se acerque más a la costa, obligándonos a bordearlos por sus cumbres. Por una parte es una pena, pero por otra asegura la perfecta conservación para siempre.
Y la playa de Moreira es un oasis en este mar de rocas.
Las gaviotas saben de esta tranquilidad y se toman un descanso en sus viajes como lo estamos tomando nosotros…
… antes de dirigirnos al siguiente punto de nuestro camino: Touriñán.
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