Empezamos nuestro tranquilo ascenso a Monte Facho por el Camiño da Insua, antiguo sendero encajonado entre rocas, mientras nos echábamos unas risas recordando los mejores y peores momento de este camino.
Monte Facho es un lugar de leyenda. En Duio se han hallado numerosos restos arqueológicos que indican que allí pudo haber estado Dugium, la gran ciudad de los antiguos pobladores célticos de estas tierras, los nerios. Y que aquí, en la cima de Monte Facho, tenían su altar del sol: el Ara Solis, donde hacían sus ritos paganos de culto al astro rey.
La leyenda de la ciudad sumergida de Duio cuenta que fue inundada por castigo divino, quedando sepultada para siempre. Como todos los lugares paganos fue cristianizado. En este caso, fue San Guillerme, un anacoreta que construyó allí una ermita, para vivir sus días de oración en armonía con el Finisterrae. En las cercanías, las parejas estériles se acostaban en las Pedras Santas para alcanzar la fertilidad.
Monte Facho ha sido también, desde tiempos inmemoriales, un lugar clave en la navegación. Antes de la construcción del faro en 1853,en su cima se encendían hogueras para guiar a los barcos que surcaban estas difíciles aguas o para avisar a las ciudades, mediante el encendido de otros fachos, de las incursiones enemigas en esta costa. En la cima se encuentran los restos de lo que podía ser una torre para hacer el fuego y muy cerca de él las Pedras Santas.
A unos cientos de metros mar adentro y desafiante, vemos la restinga de O Centolo. Esta roca de 25 m de altura, es golpeada una y otra vez por el fuerte mar formando un perfecto hábitat para los ricos percebes que se crían allí.
El último repecho, de mucha pendiente y con terreno pedregoso, es la traca final de este camino, la que nos dice por última vez que el que algo quiere algo le cuesta.
Al llegar arriba, el premio no es poco: las primeras vistas del Faro Fisterra, al que llegamos por un camino totalmente distinto al resto: O Camiño dos Faros. Tantos kilómetros para llegar aquí y tantos paisajes recorridos provoca una mezcla de emociones y sensaciones difíciles de definir.
Bajamos del Monte do Facho por la sinuosa carretera que ya nos lleva a alcanza el faro. Después del esfuerzo de todo el camino, llegar al Faro de Fisterra es la felicidad completa para un trasno.