Archivo de la categoría: Prensa Internacional

Aquí podéis ver un resumen de las noticias publicadas de O Camiño dos Faros por la prensa internacional.

O Camiño dos Faros en la revista de la World Trails Network

Hoy nos levantamos con una gran noticia. O Camiño dos Faros (The Lighthouse Way) ha sido seleccionado por la World Trails Network para formar parte del magazine anual Trails & Beyond que saca la asociación.

La World Trails Network es una asociación que agrupa a las mejores rutas del mundo. El reportaje de 14 páginas de O Camiño dos Faros comparte este número de Trails & Beyond con rutas de Albania, Grecia, Turquía, Brasil, Japón, Corea y Taiwan:

Otro hito más en este proyecto. Desde O Camiño dos Faros queremos darle las gracias a la WTN que, desde que los conocimos, no nos paran de dar alegrías y ofrecer conocimiento.

O Camiño dos Faros en Trek Magazine (Francia)

La revista francesa Trek Magazine es la publicación de referencia para los amantes del senderismo de gran recorrido en el país vecino.

En su número del verano post-Covid recomienda recorrer el impresionante Tour du Mont Blanc y el no menos espectacular Chemin des Phares de Galice, «una ruta superlativa, de doscientos kilómetros de longitud, en entornos salvajes ricos en patrimonio«.

O Camiño dos Faros en la revista del Club Alpino Alemán

Otro nuevo hito en este Camiño dos Faros con la publicación de un reportaje en la revista Dav Panorama, del club alpino alemán.

El club alpino alemán e. V. ( DAV) es la asociación nacional de alpinismo nacional más grande del mundo y la quinta asociación deportiva nacional más grande de Alemania.

En ella se encuentran 357 secciones independientes legalmente organizados con un total de 1,289,641 miembros. 

O Camiño dos Faros en la revista Forbes

He caminado por todo el mundo, desde trekking en la Patagonia chilena hasta excursiones de lodge a lodge en los Alpes japoneses. Y, aunque cada camino es singular en términos de personalidad, los he amado a todos por las conexiones con la naturaleza que cada uno ofrece. Sin embargo, para mí, un sendero está por encima de todos los demás. ¿Por qué?

No porque sea el más desafiante. No es.
No porque sea el más singular. No es.
No porque esté salpicado de las características geológicas más curiosas. No es.
No porque sea una de las rutas de senderismo más largas. No es.
No porque te hace sentir como si estuvieras en la cima del mundo. No lo hace.
No porque lleve a profundos tesoros arqueológicos, o civilizaciones que alguna vez fueron ocultas. No lo hace.

Sin embargo, este es un sendero que ha tocado mi alma de muchas maneras:

Es un sendero donde no hay malas vistas.
Un sendero que serpentea a través de aldeas y pueblos de bajo perfil que están íntimamente conectados con el mar, y ofrece muchas oportunidades para disfrutar de pescados y mariscos frescos recién llegados e interactuar con algunos de los pescadores.
Un sendero donde puede encontrarse, como máximo, solo un puñado de otros excursionistas cada día.
Un sendero donde no hay escasez de playas de arena sin desarrollar donde tendrá el lugar para usted.
Un sendero donde una mujer puede caminar sola sin ningún problema de seguridad.
Un sendero donde no hay miedo a un encuentro con animales salvajes.
Un sendero que abre una ventana a la historia, la cultura y la vida de los locales y sus tierras en un país que está en el radar de todos, sin embargo, en una provincia que no recibe tanta atención.

Este sendero que capturó fácilmente mi corazón es el Camino del faro (Camino dos Faros), que se extiende a lo largo de 125 millas, desde Malpica hasta Finisterre, en Galicia, una provincia tranquila en la esquina noroeste de España. Se convierte en una cinta en muchos lugares, serpenteando a lo largo de los acantilados y proporcionando vistas pintorescas de los faros que coronan a muchos un promontorio. Las vistas del cielo, la arena, el mar, los densos bosques verdes y las alfombras de flores coloridas son lo que domina el paisaje para aquellos excursionistas que tienen la suerte de encontrarse en este sendero bucólico.

Si bien muchas personas prefieren que sus caminatas sean arduas, no yo. No disfruto arrastrarme cuesta arriba durante horas para llegar a una cumbre donde tomo algunas fotos, solo para luego descender durante más horas y luego presionar «repetir» día tras día. No disfruto de cargar un paquete de más de 15 kilos, una milla tras otra, algo que me distrae de la belleza circundante y restringe mi ritmo normalmente enérgico. Aborrezco el senderismo en un grupo donde los sonidos de las conversaciones son más abundantes que los sonidos de la naturaleza, y donde todos están más o menos «obligados» a ajustarse al ritmo de los excursionistas más rápidos o más lentos, mientras que el guía decide cuándo y dónde. nosotros paramos. Tampoco quiero ser uno de esos excursionistas solos que terminan en los titulares de las noticias porque me había perdido miserablemente y necesitaba que los equipos de búsqueda me liberaran. (Tengo desafíos geográficos, por lo que siempre es una posibilidad distinta). Más bien, quiero un sendero que sea fácil de seguir. Un camino donde, una vez que regrese a casa, puedo recordar a todos con cuentos, no porque de alguna manera sobreviví sin sufrir lesiones físicas, sino porque tuve experiencias encantadoras. Por todas estas razones y más, elegí caminar por el Camino del Faro y hacerlo como una excursión autoguiada.

On Foot Holidays, con sede en el Reino Unido, se especializa en paseos autoguiados, organizando el transporte de su equipo, para que pueda caminar por este y otros senderos que organizan con un pequeño paquete de día que lleva solo lo esencial. También proporcionan notas de viaje elaboradas que incluyen sugerencias sobre dónde tomar el sol, nadar y comer en el camino, así como también el modo GPS.


I’ve hiked all over the world, from trekking in Chilean Patagonia to lodge-to-lodge hiking in the Japanese Alps. And, though each trail is singular in terms of personality, I’ve loved them all for the connections to nature they each offer. Yet, for me, one trail stands above all the others. Why?

The harbor in Finisterre.

The harbor in Finisterre.

 JEANINE BARONE

  • Not because it’s the most challenging. It’s not.
  • Not because it’s the most unique. It’s not.
  • Not because it’s peppered with the most curious geological features. It’s not.
  • Not because it’s one of the longest hiking paths. It’s not.
  • Not because it makes you feel like you’re standing on top of the world. It doesn’t.
  • Not because it leads to profound archeological treasures, or once hidden civilizations. It doesn’t.
Views of the water are ever present.

Views of the water are ever present.

 JEANINE BARONE

 
Sea motifs decorate the interior and exterior of some pensions.

Sea motifs decorate the interior and exterior of some pensions.

 JEANINE BARONE

With views like this, you may not want the trail to ever end.

With views like this, you may not want the trail to ever end.

 JEANINE BARONE

Yet, this is a trail that touched my soul in oh-so many ways:

  • It’s a trail where there are no bad views.
  • A trail that winds through low-key villages and towns that are intimately connected to the sea, presenting plenty of opportunities to enjoy fresh-off-the-boat seafood and interact with some of the fishermen.
  • A trail where you may meet, at most, only a handful of other hikers each day.
  • A trail where there is no shortage of undeveloped sandy beaches where you will have the place to yourself.
  • A trail where a woman can hike alone without any security concerns.
  • A trail where there’s no fear of an encounter with wild animals.
  • A trail that opens a window into the history, culture and life of the locals and their land in a country that’s on everyone’s radar, yet in a province that doesn’t get all that much attention.
A mural found along the way to Finisterre.

A mural found along the way to Finisterre.

 JEANINE BARONE

One of several abandoned mills along a portion of the route.

One of several abandoned mills along a portion of the route.

 JEANINE BARONE

The villages along the route are intimately connected with the sea.

The villages along the route are intimately connected with the sea.

 JEANINE BARONE

This trail that easily captured my heart is the Lighthouse Way (Camino dos Faros), stretching some 125 miles, from Malpica to Finisterre, in Galicia, a quiet province in Spain’s northwestern corner. It becomes a ribbon in many places, winding along the cliff tops, and providing picturesque vistas of lighthouses that crown many a promontory. Views of sky, sand, sea, dense green forests, and carpets of colorful blooms are what dominate the scenery for those hikers who are lucky to find themselves on this bucolic trail.

One of many dramatic promontories crowned by a lighthouse.

One of many dramatic promontories crowned by a lighthouse.

 JEANINE BARONE

Veering into dense forests is one of many pleasures.

Veering into dense forests is one of many pleasures.

 JEANINE BARONE

With photo opportunities like this, it's no wonder my pace slowed so dramatically.

With photo opportunities like this, it’s no wonder my pace slowed so dramatically.

 JEANINE BARONE

While many people may prefer their treks to be arduous, not me. I don’t enjoy slogging uphill for hours to reach a summit where I snap a few photos, only to then descend for more hours, and then press “repeat” day after day. I don’t relish toting a 15-plus-pound pack mile after mile, something that distracts me from the surrounding beauty, and restricts my normally brisk pace. I abhor hiking in a group where the sounds of conversations are more abundant than the sounds of nature, and where everyone is more or less “forced” to conform to the pace of either the fastest or slowest hiker, while the guide decides when and where we stop. Nor do I want to be one of those solo hikers who ends up making the news headlines because I’d gotten miserably lost and required search teams to extricate me. (I’m geographically challenged so that’s always a distinct possibility.) Rather, I want a hiking trail that’s easy to follow. A trail where, once I return home, I can regale everyone with tales, not because I somehow survived without incurring physical injury, but because I had enchanting experiences. For all of these reasons and more, I chose to hike the Lighthouse Way and to do so as a self-guided jaunt.

One of the many charming villages along the trail

One of the many charming villages along the trail

 JEANINE BARONE

UK-based On Foot Holidays specializes in self-guided walks, arranging transport of your gear, so you trek on this and other trails that they organize with a small day pack carrying only your essentials. They also provide elaborate trip notes that include suggestions of where to sun, swim and eat along the way, as well as GPS waypoint data, something that banishes the worry of getting lost.

One of many slim tracks leading to picturesque views.

One of many slim tracks leading to picturesque views.

 JEANINE BARONE

Rather than simply delighting in the hike itself, I desire time each day to scope out a chill coffee shop for an espresso, or a secluded patch of sand to catch some rays. Even better, I’m all about enjoying a glass of wine in the late afternoon, rather than hiking until near dinner, with barely enough time to take a shower. On Foot Holidays works with local taxi drivers who can drop you at an alternate trailhead, cutting off miles, and making that afternoon glass of wine at a tranquil seafront cafe — as well as extended stops at beaches — a reality.

One of the many irresistible beaches.

One of the many irresistible beaches.

 JEANINE BARONE

One of the many undeveloped stretches of sand.

One of the many undeveloped stretches of sand.

 JEANINE BARONE

There’s an additional plus of arriving in any of the many charming villages and towns on the route before 5PM as I did: plenty of time to explore the sights and shops along the often cobbled streets and waterfront locales. For example, Camarinas is a fishing village renowned for centuries for its bobbin lace creations that are sold (and made) in the many small storefronts. Camelle is a sleepy town where the Museo Man de Camelle is an avant-garde, open-air museum that’s chock-a-block with piles of painted pebbles and boulders, and found objects. (This was the creation and dwelling of Manfred Gnadinger, a German artist, who lived off-the-grid for decades.) Muxia, a busy tourist destination, is noted for a starkly dramatic monolith, “A Ferida (“The Wound”), that soars above a windswept stretch where the sea rages. (This monument stands as a testament to the 2002 oil spill from the Prestige, a tanker, that contaminated vast swaths of sand and sea.) Finisterre, the terminus of the Lighthouse Way, is aptly named, given that the Romans believed this wild, westernmost cape was the “end of the earth.” The attractive town itself — it’s a short walk from the picturesque lighthouse locale — has a network of thin lanes and alleys where you can spy boats anchored in the harbor, and stroll the long waterfront promenade lined with cafes and numerous other finds.

Museo Man de Camelle

Museo Man de Camelle

 JEANINE BARONE

Monument to the volunteers who helped in the cleanup post Prestige devastation.

Monument to the volunteers who helped in the cleanup post Prestige devastation.

 JEANINE BARONE

The Finisterre Lighthouse.

The Finisterre Lighthouse.

 JEANINE BARONE

Recently, I had a long conversation with a friend of a colleague who was considering using her vacation time to walk the Lighthouse Way (based on my recommendation) and wanted to pick my brain on the ins and outs of this trail. After answering each and every one of her many questions, she still had one concern that she voiced several times during our chat. “But, will I be bored on this hike?” My response was simple and honest: “How can you be bored with paradise?”

O Camiño dos Faros, portada del suplemento de viajes del Washington Post

O Camiño dos Faros, portada del suplemento de viajes del Washington Post

Lee la noticia en el Washington Post >>

Senderismo en el luminoso Camiño dos Faros de España

 
El «nuevo» faro de Cape Vilan se construyó después de que el HMS Serpent se hundiera en 1890 debido a una luz débil. Su haz se puede ver por unas 40 millas. (Dina Mishev / Por el Washington Post)
Por Dina Mishev el 7 de junio.
No soy bueno en vacaciones. Casi siempre son problemáticos para mí, y este, caminar por el Camino del Faro en la costa gallega de España, no es diferente.

Estoy atravesando un promontorio dorado resplandeciente con una escoba francesa en flor y acentuada con parches de pequeñas flores púrpuras llamadas a las flores del amante. (Los gallegos creen que si colocas uno de estos en alguien sin que se den cuenta, se enamorarán de ti). Cien metros debajo, las olas se estrellan contra los acantilados. Una milla más o menos en el Océano Atlántico, un velero se mueve rápidamente. Si hubiera postales de este rincón apartado de la costa noroeste de España, serían de esta escena.

El problema es que para cuando estoy caminando por este hermoso paisaje, estoy mentalmente frustrado, físicamente aplastado y tengo ampollas que parecen del tamaño de pelotas de béisbol en cada talón. Hace treinta minutos, que fueron casi siete horas y más de 20 millas después de que comenzara la caminata del día, podría haber gritado un impresionante flujo de obscenidades mientras caminaba por un tramo de dunas de arena y playas vacías de una milla para no sentarme Abajo y llorando.

La mayoría de los excursionistas tardan entre ocho y diez días en caminar por el Camino del Faro de 125 millas. Debido a que mi horario de trabajo es apretado y tengo un FOMO extremo (miedo a perderse), estoy apretando todo el viaje a seis.

Incluso con mi itinerario comprimido, mi visión para este viaje incluía hacer caminatas durante toda la mañana, las siestas de la tarde y las noches dedicadas al diario a cenas de mariscos frescos.

Hasta ahora, la realidad es un mínimo de ocho horas de caminata diaria, no una sola siesta y entradas breves de diario nocturnas, durante las cuales las manchas de grasa de las cenas de supermercado y jamón (porque estoy demasiado cerca para encontrar un restaurante) rebosan en el páginas junto con listas de los puntos altos y bajos de cada día.

Mi problema con las vacaciones no es que no pueda tomarlas, sino que trato de meter demasiado en ellas.

La costa de la muerte
El Camino del Faro, en español, Camiño dos Faros, atraviesa un tramo de costa que los marineros británicos en el siglo XIX denominaron «Costa da Morte» (Costa de la Muerte) porque muchos de sus compatriotas murieron en naufragios. La ruta va entre Malpica y Fisterra, España. A lo largo del camino, está marcado por flechas pintadas al azar de color verde trébol (que a menudo se ven como manchas de pintura) en los árboles o en las rocas. Un grupo de amigos locales comenzó a juntar el Camiño en 2013, conectando los caminos de los pescadores, las huellas de las granjas, las playas, los senderos de ganado y la carretera secundaria ocasional. Su objetivo era mostrar la belleza escarpada de la zona; lo lograron poderosamente. Un paisaje típico de un día incluye eucaliptos y bosques de pinos salpicados de luz; humedales campos divididos por muros de piedra seca; flores silvestres pequeñas cascadas; Playas accesibles solo a pie; pequeños picos y dunas de arena; Calas y promontorios arenosos que se derraman hacia el océano.

Mientras que el paisaje del Lighthouse Way y el senderismo son salvajes, las pernoctaciones no lo son. Esta no es una aventura de mochileros durante la cual usted recoge un paquete excesivamente relleno y pasa las noches en una tienda de campaña. Cada día, el camino del faro pasa por varios pueblos y ciudades. Puede encontrar su propio Airbnb, hotel o posada y contratar taxis locales para transferir su equipaje a la siguiente aldea o inscribirse en una caminata autoguiada que incluye todas las reservaciones y la planificación, junto con las rutas de GPS y los mapas topográficos impresos detallados. Yo hago lo último.

On Foot Holidays ofrece itinerarios de Lighthouse Way de cinco días (64 millas), siete días (88 millas) y 10 días (125 millas) que incluyen estadías en posadas y hoteles, traslados de equipaje, un contacto local en caso de emergencias, GPS Pistas y mapas increíblemente detallados y descripciones de rutas. Y cuando tienen un excursionista, pregúnteles si pueden recorrer las 125 millas completas en seis noches porque, al usar Google Earth, el excursionista no puede encontrar una sola sección del sendero que no quieran ver, On Foot Holidays lo arreglará. – Incluso si lo recomiendan en contra.

La ruta sigue rigurosamente la costa y, a veces, está tan cerca del borde que puede sentir el rocío de las olas rompiendo debajo. Su nombre proviene de los 11 faros que pasa. Estos incluyen el Faro de Nariga Point, que paso el día 1. Su base se asemeja a la proa de un barco y está adornada con una escultura del artista gallego Manolo Coia. Construido en 1997, es el faro más moderno de la costa gallega.

La tarde del día 3, me detengo en el faro de Cape Vilan, donde puedes subir a la torre de 82 pies y leer su historia en un pequeño museo. Su construcción se inspiró en la muerte de 172 (de 175) miembros de la tripulación en el barco británico HMS Serpent. En 1890, se topó con rocas en la cercana Punta do Boi porque sus marineros no podían ver el faro original de Cabo Vilan. Cuando se terminó su construcción en 1896, fue el primer faro eléctrico de España. (Sí, este es el día en que grité obscenidades contra el viento en la playa vacía).

Pocas personas han descubierto este camiño. En 2018, alrededor de 320,000 personas caminaron por el más popular de España, el Camiño de Santiago. En el camino del faro, veo más pescadores que compañeros excursionistas. En el día más ocupado, paso a otras cinco personas.

Cuando salgo de Malpica el día 1, cae una ligera llovizna. En 10 minutos, la ciudad y su puerto comercial con olor a salobre han sido reemplazados por un paisaje vacío y ondulado. En menos de una hora pasé por la fuente de San Adrián, cuya agua los habitantes creen que curará las verrugas, y la Capilla de San Adrián, que fue construida originalmente en el siglo XVI y restaurada en el siglo XX. (Si está buscando un alivio de verrugas, asegúrese de tener la fuente correcta; otra en esta área se conoce como la «fuente de la gripe».)

Justo después de la capilla, que no está abierta cuando la paso, los tractores aran las pendientes en el lado interior. Las laderas más bajas están en flor con la Flor del amante y la escoba francesa, una espinosa y espinosa leguminosa nativa del Mediterráneo.

En O Roncudo, un pueblo a la sombra de un parque eólico, los agricultores cuidan sus campos con guadañas. Al descender por una empinada ladera amarilla en el extremo más alejado de la aldea, escucho a dos pescadores de unos 20 años cantando varios minutos antes de verlos.

Cuando finalmente llego a mi apartamento en Corme, me toma una hora reunir la energía para ducharme. Esta es una de las noches que no consigo salir a cenar. Mi reloj GPS pone el kilometraje total del día en 28, con aproximadamente 5,000 pies de escalada vertical. (Si hubiera ido con uno de los itinerarios habituales de On Foot Holidays, los kilómetros diarios y la escalada habrían sido aproximadamente la mitad de esto).

El camino del faro es paralelo al río Oporto por un tiempo después de la ciudad de A Ponte do Porto. El sendero de 125 millas en su mayoría sigue acantilados a lo largo de la costa, pero ocasionalmente se adentra en el interior, como lo hace aquí. (Dina Mishev / Por el Washington Post)

Me reúno para explorar Laxe, Muxia y Lires, tres de las ciudades más lindas a lo largo del Camiño, pero aún no lo han descubierto los turistas que ordenar en inglés en restaurantes es difícil. Sin embargo, aprendo las palabras en español para percebe de cuello de cisne y pulpo gallego. Los percebes son un manjar regional y lo que muchos de los pescadores que paso en el sendero están recogiendo de los escarpados acantilados por donde pasa el sendero. La preparación local del pulpo es cortarlo en discos, saltearlo en aceite de oliva y cubrirlo con paprika. Se sirve en bandeja de madera.

Seis días después de dejar Malpica, llego al faro de Cape Finisterre, cuyo nombre significa literalmente «fin de la tierra», a las 3:16 p.m. Habiendo trabajado tan duro para alcanzarlo, y habiendo visto tan poca gente en el camino, me siento decepcionado por las multitudes, los quioscos de recuerdos, los autobuses turísticos y los autofotos. Espero a un grupo de chicos con jeans ajustados y bollos de hombre para terminar una sesión de fotos frente al faro para poder tomar una foto.

Excepto, como en muchos lugares populares entre los turistas, es fácil escapar del bullicio. A cien pies del mirador principal que mira hacia el Océano Atlántico, que se extiende ininterrumpidamente a Terranova, las olas de abajo son más altas que las de arriba. Me siento en una roca y como una rebanada de pastel de naranja que el propietario de Casa Luz me envió esa mañana. Una mariquita aterriza en mi brazo mientras un lagarto se escurre por una roca adyacente. El agua que golpea el casco de un barco de pesca invisible suena como disparos.

Terminado el pastel, saco mi diario de mi mochila y escribo sobre los bollos de hombre, la mariquita y la lagartija y la extrema naranja de la torta de naranja. Cierro los ojos durante varios minutos y respiro tan profundo que siento que mis dedos de los pies se expanden. Luego empaco, entro en la ciudad de Fisterra, me registro y tomo una siesta. Cuando me levanto, me ducho y camino al puerto para cenar. Entre rodajas de pulpo gallego y sorbos de vino blanco local escribo una frase en mi diario: «¡Estas fueron las mejores vacaciones de mi vida!»

¿Es una vacación todavía problemática si olvida sus problemas tan rápidamente?

Hiking Spain’s luminous Lighthouse Way

 

The “new” Cape Vilan Lighthouse was built after the HMS Serpent sank in 1890 due to a weak light. Its beam can be seen for some 40 miles. (Dina Mishev/For The Washington Post)

June 7

I am not good at vacations. They are almost always problematic for me and this one — hiking the Lighthouse Way on Spain’s Galician Coast — is no different.

I’m traversing a headland glowing gold with blooming French broom and accented with patches of small purple flowers locally called Lover’s Flowers. (Galicians believe that if you place one of these on someone without their noticing, they’ll fall in love with you.) One hundred feet below, waves smash into snaggly cliffs. A mile or so out into the Atlantic Ocean, a sailboat moves quickly. If there were postcards of this off-the-beaten-path corner of Spain’s northwest coast, they would be of this scene.

The problem is that by the time I’m walking through this lovely landscape, I’m mentally frustrated, physically crushed and have blisters that feel like they’re the size of baseballs on each heel. Thirty minutes ago, which was almost seven hours and 20-plus miles after I started the day’s hike, I might have shouted an impressive stream of obscenities while walking across an empty, one-mile stretch of sand dunes and beaches to keep myself from sitting down and crying.

Most trekkers take eight to 10 days to walk the 125-mile Lighthouse Way. Because my work schedule is tight and I’ve got extreme FOMO (fear of missing out), I am squeezing the whole trek into six.

Even with my compressed itinerary, my vision for this trip included hiking all morning, afternoon siestas and evenings spent journaling over dinners of fresh seafood.

The reality so far is a minimum of eight hours of daily walking, not a single siesta and terse nightly journal entries, during which grease stains from dinners of supermarket cheese and prosciutto (because I’m too beat to find a restaurant) ooze onto the pages along with lists of each day’s high points and low points.

My problem with vacations isn’t that I can’t take them, but that I try to cram too much into them.

The Coast of Death

The Lighthouse Way, Camiño dos Faros in Spanish, traverses a stretch of coast that British sailors in the 19th century dubbed the “Costa da Morte” (Coast of Death) because so many of their compatriots died in shipwrecks there. The route goes between Malpica and Fisterra, Spain. Along the way it is marked by haphazardly painted shamrock-green arrows (that often look just like blobs of paint) on trees or rocks. A group of local friends started piecing the Camiño together in 2013, connecting fishermen’s paths, farm tracks, beaches, livestock trails and the occasional back road. Their goal was to showcase the area’s rugged beauty; they succeeded mightily. A typical day’s scenery includes eucalyptus and pine forests dappled with light; wetlands; fields divided by dry stone walls; wildflowers; small waterfalls; beaches only accessible by foot; small peaks and sand dunes; sandy coves and headlands spilling down to the ocean.

While the Lighthouse Way’s scenery and the hiking are wild, overnight accommodations are not. This is not a backpacking adventure during which you schlep an overstuffed pack and spend nights in a tent. Each day, the Lighthouse Way passes through several villages and towns. You can find your own Airbnb, hotel or inn and hire local taxis to transfer your luggage to the next village or sign up for a self-guided trek that includes all of the reservations and planning, along with GPS tracks and detailed printed topographical maps. I do the latter.

On Foot Holidays offers five-day (64 miles), seven-day (88 miles) and 10-day (125 miles) Lighthouse Way itineraries that include stays at inns and hotels, luggage transfers, a local contact in case of emergencies, GPS tracks and incredibly detailed maps and route descriptions. And when they have a hiker ask if they can cram the full 125 miles into six nights because, using Google Earth, that hiker can’t find a single section of the trail they don’t want to see, On Foot Holidays will arrange it — even if they recommend against it.

The route rigorously follows the coast and is sometimes so near the edge you can feel spray from waves crashing below. Its name comes from the 11 lighthouses it passes. These include the Nariga Point Lighthouse, which I pass on Day 1. Its base resembles the prow of a ship and is adorned with a sculpture by Galician artist Manolo Coia. Built in 1997, it is the most modern lighthouse on the Galician coast.

The afternoon of Day 3, I stop at the Cape Vilan Lighthouse, where you can ascend the 82-foot tower and read its history in a small museum. Its construction was inspired by the deaths of 172 (out of 175) crew members on the British ship HMS Serpent. In 1890, it ran into rocks at the nearby Punta do Boi because its sailors couldn’t see the original Cape Vilan Lighthouse. When its construction was finished in 1896, it was Spain’s first electric lighthouse. (Yes, this is the day I yelled obscenities into the wind on the empty beach.)


The hamlet of O Roncudo in northern Spain and along the Camiño dos Faros is a mix of old and new. The farmers use scythes and are surrounded by a wind farm. (Dina Mishev/For The Washington Post)

Few people have discovered this Camiño. In 2018, about 320,000 people hiked Spain’s most popular one, the Camiño de Santiago. On the Lighthouse Way, I see more fishermen than fellow hikers. On the busiest day, I pass five other people.

Wiped out

As I leave Malpica on Day 1, a light drizzle falls. Within 10 minutes, the city and its briny-smelling commercial harbor have been replaced by an empty, rolling landscape. Within an hour I’ve passed the fountain of Saint Adrian, whose water locals believe will cure warts, and the Chapel of St. Adrian, which was originally built in the 16th century and restored in the 20th. (If you’re looking for wart relief make sure you’ve got the right fountain; another in this area is known as the “fountain of the flu.”)

Just past the chapel, which is not open when I pass it, tractors plow slopes high on the inland side. The lower slopes are abloom with Lover’s Flower and French broom, a prickly, shrubby legume native to the Mediterranean.

In O Roncudo, a village in the shadow of a wind farm, farmers tend their fields with scythes. Descending a steep, yellow hillside on the village’s far side, I hear two 20-something fishermen singing several minutes before I see them.

When I finally make it to my apartment in Corme, it takes me an hour to summon the energy to shower. This is one of the nights I don’t manage to go out for dinner. My GPS watch puts the day’s total mileage at 28, with about 5,000 vertical feet of climbing. (Had I gone with one of On Foot Holidays’ usual itineraries, daily mileages and climbing would have been about half of this.)


The Lighthouse Way parallels the Rio Porto for a while after the town of A Ponte do Porto. The 125-mile trail mostly follows cliffs along the coast, but occasionally dips inland, as it does here. (Dina Mishev/For The Washington Post)

I do rally to explore Laxe, Muxia and Lires, three of the cuter towns along the Camiño, but still undiscovered enough by tourists that ordering in English in restaurants is difficult. I learn the Spanish words for gooseneck barnacle and Galician octopus, though, and am set. The barnacles are a regional delicacy and what many of the fishermen I pass on the trail are harvesting from the steep cliffs the trail passes above. The local preparation of octopus is to slice it into discs, saute it in olive oil and top it with paprika. It’s served on a wooden platter.

Six days after leaving Malpica, I arrive at the Cape Finisterre Lighthouse — the name literally means “land’s end” — at 3:16 p.m. Having worked so hard to reach it, and having seen so few people along the way, I am disappointed by its crowds, souvenir kiosks, tour buses and selfie-sticks. I wait for a group of dudes in skinny jeans and man buns to finish a photo shoot in front of the lighthouse so I can snap a picture.

Except, as in many places popular with tourists, it’s easy to escape the hubbub. One hundred feet down from the main overlook facing the Atlantic Ocean, which stretches unbroken to Newfoundland, the waves below are louder than the people above. I sit on a rock and eat a slice of orange cake that the owner of Casa Luz sent me off with that morning. A ladybug lands on my arm as a lizard scampers down an adjacent boulder. Water slapping against the hull of an unseen fishing boat sounds like gunfire.

Cake finished, I pull my journal out of my daypack and write about the man buns, the ladybug and lizard and the extreme orangey-ness of the orange cake. I close my eyes for several minutes and breathe so deep I feel my toes expand. Then I pack up, walk into the town of Fisterra, check in and take a siesta. When I wake up, I shower and walk to the harbor for dinner. Between slices of Galician octopus and sips of local white wine I write one sentence in my journal: “This was the best vacation ever!”

Is a vacation still problematic if you forget its problems so quickly?

Mishev is a writer based in Jackson Hole, Wyo. Her website is dinamishev.com. Follow her on Instagram @dinamishev.

More from Travel:

Empty-nesters take up where they left off on Spain’s most storied mountain trail

Friends join pilgrims from all over the world on Spain’s Camiño de Santiago

In Andalusia’s three key cities, one of history’s great architectural mash-ups.

IF YOU GO
Where to stay

Hotel Rua Villar

Rua do Vilar, 8-10, Santiago de Compostela

011-34-981-51-98-58

hotelruavillar.com/en

A friendly and cozy boutique hotel with a gorgeous stained glass skylight, dark wood furniture and some interior walls made of stone in the historic part of the city. Rooms, including breakfast, from about $158.

Casa Luz

Lires, No. 35, Cee

011-34-981-74-89-24

Owner Yolanda might welcome you to her colorful and cozy five room bed-and-breakfast — the house has been in her family for more than 200 years — with a slice of homemade cake or cookies and a cold beer. Rooms from about $51; reservations by phone only.

O Semaforo

Carretera del Faro, s/n, Fisterra

011-34-981-11-02-10

hotelsemaforodefisterra.com/en

This five-room boutique hotel is next to the Cape Finisterre Lighthouse. Built in 1879, for decades it was adjacent to a foghorn that locals called the “cow of Fisterra.” It was converted to a hotel in 1999 and remodeled in 2016. Rooms from about $168.

Where to eat

As Garzas

Porto Barizo, Barizo

011-34-981-721-765

asgarzas.com

The food is equal to the views at this Michelin-starred restaurant serving modern takes of traditional Galician food right on the Lighthouse Way. Open Tuesday through Sunday — 1:30 to 3:30 p.m. for lunch and 9 to 10:30 p.m. Friday and Saturday for dinner. Reservations only taken by phone. Seven-course tasting menu costs about $56; the 13-course one runs about $90.

Mar de Ardora

As Revoltas — carret. AC 429, Canduas

011-34-981-754-311

mardeardora.com

Reserve a table looking out at the estuary and Carballa Beach in this old, stone house turned into a restaurant Michelin awarded with a Bib Gourmand rating in 2019. The menu higbeghlights fresh-caught local seafood like octopus, monk fish, scorpion fish, shrimp and prawns and even gooseneck barnacles, a local delicacy carefully harvested from nearby ocean-whipped cliffs. Entrees from about $18.

Bar Playa Lires

Playa de Lires, S/N, Lires

011-34-664-57-70-85

wapo.st/Bar-Playa-Lires

Casual lunch and dinner spot near Lires Beach that offers typical tapas, local seafood and great sunset views. Open 10 a.m. to 11 p.m. daily. Entrees from about $17.

O Semaforo Restaurant

Carretera del Faro, s/n, Fisterra

011-34-981-110-210

hotelsemaforodefisterra.com

Upscale dining featuring locally caught seafood in a historic building. Entrees from about $30.

What to do

Hike Camiño dos Faros/Lighthouse Way

On Foot Holidays

Griffin House, Malthouse Lane, Salisbury, U.K.

011-44-0-1722-322-652

onfootholidays.co.uk

On Foot Holidays offers self-guided five, seven and 10-night itineraries of the Lighthouse Way that include baggage transfers each day, overnight lodging in two- and three-star properties, and some breakfasts. Also included are detailed, annotated topographic route maps and GPS files you can import onto your phone. A local English-speaking contact is available by phone to answer questions and help with any problems; this contact can also arrange for taxis if you want to cut a day short. This hike is best done mid-April through late June and September to October. The five-night itinerary starts at about $800, seven nights at about $960 and ten nights at about $1,194.

Nariga Point Lighthouse

Between As Garzas and Niñons Beach

caminodosfaros.com/en/lighthouse-in-nariga/

The most modern lighthouse in Galicia was designed in an Art Deco style by Cesar Portela and built in 1997. Open daily. Free.

Praia de Soesto

Between Laxe and Camelle

The Lighthouse Way passes dozens of beautiful beaches. This wide, 3.4-mile beach has stone picnic tables and benches that offer good vantage points to watch surfers. Free.

Praia da Barreira

A three star (out of a possible three) swimming beach on the Lighthouse Way between Ponte do Porto and Muxia. Free.

Nosa Señora da Barca

Rua Virxe da Barca, 71, Muxia

caminodosfaros.com/en/santuario-da-virxe-da-barca/

A church was first built near this site in the 12th century. The present Catholic church dates to the 17th century and was most recently rebuilt in 2015 after it was struck by lightning on and caught fire on Christmas Day 2013. Some locals believe stones around this church boast curative and prophetic properties — there is the Kidney Stone, the Lovers Stone, and the Rudder Stone. Open daily. Free.

Cape Vilan Lighthouse

Rua Alcalde Fernandez, 54, Camarinas

011-34-981-74-07-91

The only lighthouse along the Camiño that will let you into its tower. About $3.

Cape Finisterre Lighthouse

Fisterra

turismo.gal

In 1596, 25 of the more than 100 ships in King Philip II’s Second Armada wrecked off the coast near here and 1,706 sailors died; it was the biggest single loss of ships and life in the history of the Costa de Morte. The lighthouse was built in 1853 as a navigation tool. Today it is a popular tourist spot with kiosks selling tchotchkes and views of the Atlantic stretching unbroken to the west. Open 11 a.m. to 9 p.m. daily. Free.

Nueva guía en alemán de la editorial Conrad Stein Verlag

Hoy se pone a la venta la nueva guía de O Camiño dos Faros,  realizada por Carina Harrer para la editorial Conrad Stein Verlag.

La editorial Conrad Stein Verlag, fundada en 1980, es una de las más importantes de viajes al aire libre en Alemania e  incluye aproximadamente 350 títulos. Cada año hay alrededor de 25 nuevos lanzamientos y 40 nuevas ediciones. En la serie principal de la editorial «El camino es el objetivo», se publican las mejores  rutas de senderismo y de peregrinación.

https://www.conrad-stein-verlag.de/buecher-shop/spanien-o-camino-dos-faros/

En el noroeste de España encontrará un paisaje particularmente espectacular: la región de Galicia y la Costa da Morte atraen con kilómetros de playas, bosques verdes y atractivos pueblos pesqueros y numerosos faros, algunos de los cuales se elevan de manera espectacular sobre las rocas de la costa.

En los 200 km de largo de Camiño dos Faros puede experimentar la impresionante costa de cerca. La guía describe la ruta y proporciona una descripción detallada de cada etapa con mapa, perfil de elevación y seguimiento GPS. Tampoco faltan consejos para refrigerios y alojamiento e información sobre atracciones.

 

 

O Camiño dos Faros en el Washington Post

Caminata solitaria con oportunidad para la reflexión, observación de aves y paseos por la playa. O Camiño dos Faros ofrece a los viajeros la oportunidad de caminar por playas solitarias.

Aunque no es una ruta de peregrinos de más de 1.000 años, O Camiño dos Faros (Camino de los Faros) de 125 millas en Galicia ofrece más oportunidades para la meditación consciente. En la mayoría de los días, conocerás a pocos senderistas, si es que los hay, lo que te permitirá estar atento a los suaves sonidos que te rodean: brisas que azotan las ramas de pino, pájaros parloteando, el mar estrellándose en la costa rocosa y el rítmico tap-tap de tus bastones.

Este camino contemporáneo fue desarrollado por un grupo de gallegos en 2013 para mostrar la belleza natural de la Costa da Morte (Costa de la Muerte), llamada así por los múltiples naufragios que ocurrieron en alta mar.

La ruta sigue una mezcla de estrechos caminos de cabras, caminos de tierra dejados por los agricultores, senderos junto a la playa y el bosque, y la ocasional carretera de asfalto tranquila. La escarpada Costa da Morte permanece sin desarrollar, con una serie de faros, como Cabo Vilan, que coronan promontorios azotados por el viento que se adentran en los mares tumultuosos.

Rodeado de acantilados, este camino se adentra en densos bosques con olor a pino y eucalipto, y se desplaza sobre un paisaje ondulado cubierto de rocas cubiertas de deslumbrantes flores silvestres. Hay numerosas oportunidades para espiar garzas blancas, martines pescadores comunes y otras especies, y visitar los desiertos arenosos arrastrados por las olas.

Pase la noche en Camelle, uno de los muchos pueblos costeros y tranquilos, y cene en el Café Bar Paella, donde se mezclará con los pescadores de habla gallega, uno de los cuales podría haber pescado su cena. No se pierda los percebes, las centollas, los berberechos, las navajas y otros mariscos frescos en el menú del Hotel Puerto Arnela en Camarinas, donde los pequeños barcos de pesca anclan en el puerto. Brindar por los locales con una refrescante copa de vino blanco gallego en Taberna do Bico.

A medida que se acerca al pueblo de Finisterre («Fin de la Tierra»), la ruta se solapa brevemente con el Camino de Santiago. Muchos peregrinos que te encuentres se preguntarán por qué elegiste un camino tan poco conocido, en lugar del Camino.

Sonreirás, atesorando cada momento la humilde tranquilidad de esta ruta.

Jeanine Barone Barone es un escritor residente en Nueva York. 
Su sitio web es jthetravelauthority.com.

https://www.washingtonpost.com/lifestyle/travel/instead-of-the-camino-de-santiago-in-spain-take-one-less-traveled/2019/04/04/9e97583a-4b38-11e9-93d0-64dbcf38ba41_story.html

The Washington Post es el mayor y más antiguo periódico de Washington D. C., la capital de los Estados Unidos.  Es generalmente considerado uno de los mejores diarios estadounidenses, junto con el New York Times, conocido por su reportaje general y cobertura internacional, y el Wall Street Journal, famoso en el área financiera.


More than a thousand years of history, and tens of thousands of pilgrims


One of the hundreds of thousands of pilgrims annually who follow the Camino de Santiago. (Miguel Riopa/AFP/Getty Images)

For more than a millennium, the Camino de Santiago (the Way of St. James) has attracted pilgrims, many seeking self-reflection and spiritual insight as they journey hundreds of miles to Santiago de Compostela in Galicia, Spain. While they follow myriad routes of varying lengths — the Camino is really a network of caminos, or paths — most pilgrims have the same destination: Santiago’s grand Romanesque cathedral, where the apostle James is believed to be buried. Increasingly popular, this epic pilgrimage attracted more than 320,000 people in 2018, with most of them tackling all or part of the almost 500-mile French Way (Camino Frances).

But despite its popularity, the Camino Frances isn’t uniformly picturesque. Most of the age-old trail meanders through unremarkable farmland or beside busy paved roads or even heavily trafficked highways. Souvenir stands and other pilgrim-related commercial activities pepper the route. Iconic landmarks, including Santiago’s cathedral, teem with tourists. There’s no lack of camaraderie — but that’s not necessarily conducive to spiritual reflection. If you would rather not be elbow-to-elbow with fellow pilgrims, you’ll find thinner crowds in the offseason (especially winter).

 Location: St. Jean-Pied-de-Port, France, to Santiago de Compostela in Galicia, Spain. santiagoturismo.com/camino-de-santiago

Solitary trek with opportunity for reflection, birdwatching and beachgoing


The Camino dos Faros offers travelers the chance to walk along empty beaches. (Jeanine Barone/For The Washington Post)

Although it isn’t a 1,000-plus-year-old pilgrim route, the 125-mile Camino dos Faros (Lighthouse Way) in Galicia provides more opportunity for mindful meditation. On most days, you’ll meet few, if any, fellow hikers, allowing you to be attentive to the gentle sounds around you: breezes whipping through pine boughs, birds chattering, tides crashing on the rocky shore and the rhythmic tap-tap-tap of your walking sticks. This contemporary camino was developed by a group of Galicians in 2013 to showcase the natural beauty of the Costa da Morte (Death Coast), so named for the copious shipwrecks that happened offshore. The route follows a mix of slim goat and sheep paths, dirt tracks left by farmers, forest and beachside trails, and the occasional quiet asphalt road. The rugged Costa da Morte remains delightfully undeveloped, with a string of lighthouses, such as Cabo Vilan, crowning windswept promontories that jut into the tumultuous seas.

Serenely skirting barren cliffs, this camino wanders into dense forests redolent with pine and eucalyptus, and rolls across an undulating boulder-strewn landscape coated with dazzling wildflowers. There are numerous opportunities to spy white egrets, common kingfishers and other species, and visit desolate sandy stretches washed by tumbling waves. Spend the night in Camelle, one of many sleepy seaside villages, and dine at Cafe Bar Paella — where you’ll mingle with Galician-speaking fishermen, one of whom might have caught your dinner. Don’t miss the barnacles, spider crabs, cockles, razor clams and other fresh seafood on the menu at Hotel Puerto Arnela in Camarinas, where petite fishing boats anchor in the harbor. Toast locals with a refreshing glass of Galician white wine at Taberna do Bico.

As you draw closer to the town of Finisterre (“Land’s End”), the route briefly overlaps with the Camino de Santiago. Many pilgrims you encounter will wonder why you chose such a little-known camino, rather than the Camino. You’ll smile, treasuring every moment of this route’s humble tranquility.

Location: From Malpica to Finisterre, in Spain. caminodosfaros.com

O Caminho dos Faróis, no jornal Público de Portugal

Nem todos os caminhos que chegam a Finisterra, na Galiza, passam por Santiago de Compostela. O Caminho dos Faróis da Costa da Morte consiste em 200 quilómetros de puro oceano e pequenas aldeias, pelas quais se fica apaixonado a cada passo. “A despeito do nome, esta costa não são só tragédias”, conta Victor, caminhante solitário, apaixonado por poesia. “É um mar difícil, é verdade, mas os moradores e os pescadores locais têm sempre vivido em comunhão com ele. Dele receberam sempre sustento, mesmo que às vezes haja um preço a pagar, e o oceano não poupa ninguém.”

Este é um percurso que requer um mínimo de treino ao atravessar súbitos desníveis durante etapas que, por vezes, se tornam bastante longas. No entanto, não há esforço que não seja posteriormente recompensado. A cada viragem, após cada subida ou descida, o que vai ficando é a admiração pela majestosa natureza, por um pequeno porto de pescadores ou uma praia solitária embutida em altos penhascos. O profundo respeito pelo mar é algo que se sente desde logo, ao falar com qualquer pessoa que viva nestas terras.

Cruz votiva em Punta da Barca

O Caminho dos Faróis põe-nos em contacto com tudo isto, mas, antes de mais, connosco mesmos. As longas caminhadas no silêncio de um bosque perfumado, enquanto abrimos o caminho entre samambaias e arbustos, ou as travessias de praias que parecem nunca acabar, apenas tocadas pela tímida luz da madrugada, quando o oceano ainda parece meio adormecido, “são momentos que trazem uma tranquilidade profunda, que permanece durante dias”, continua Victor.

“Nada nos é exigido, a não ser ficar a ouvir o som do oceano e entregarmo-nos de alma e coração à viagem. O caminho vai ocupar-se do resto. E isto vale para cada caminho, costeiro ou não.” Com esta atitude, mesmo pequenos encontros casuais serão capazes de dar um sentido mais profundo a um dia já memorável só por si. Ouvindo as pessoas da região, é possível conhecer não apenas a cultura local, mas também a história de um lugar. Como sempre, são as pessoas que fazem a diferença.

A origem de um nome

Este trecho costeiro da Galiza recebeu a sua sinistra alcunha após uma longa série de naufrágios sucedidos no decorrer dos séculos. A forma irregular do litoral, juntamente com condições meteorológicas frequentemente adversas, foram uma combinação fatal para um grande número de embarcações. O naufrágio mais célebre remonta a 1890. “O Serpent era um navio inglês”, conta Paco, um idoso pescador, enquanto do sítio onde está sentado observa ao longe, além das árvores, o Rio do Porto, nos arredores de Punta Sandría.

“Tinha de ir de Plymouth a Freetown, na Serra Leoa, mas naufragou durante uma violenta tormenta… era 10 de Novembro”, diz, após um breve silêncio. No sítio do naufrágio encontra-se hoje um memorial, uma espécie de pequeno forte de pedra como lembrança daquele dia. “A lápide diz que ali jaz o capitão”, continua Paco, “mas na realidade não há certeza disto”. “O capitão foi provavelmente sepultado juntamente com o resto da tripulação, lá, onde os recuperaram. Isto porque, enquanto ingleses, eram de fé protestante e o pároco naquela altura não os quis enterrar em solo consagrado.”

Cabo de Trece, aparentemente, não é muito diferente de muitas outras pontas rochosas que se encontram no Caminho dos Faróis. Chega-se lá após se ter ultrapassado, não sem esforço, um promontório arenoso em cima do qual se enxerga a costa por quilómetros e depois de se ter andado numa compridíssima praia de areia fina. O Cemitério dos Ingleses não é um conjunto de lápides, ao contrário daquilo que o nome poderia sugerir. Mas a poucos metros da água surge uma série de amontoados de seixos sobrepostos por diferentes alturas, parecidos com delgadas e instáveis colunas.

Conhecidas na Galiza como amilladoiros, são um costume de origem muito antiga. A saber: os celtas acreditavam que a alma do falecido que não tivesse sido capaz de cumprir as próprias promessas em vida permaneceria nas pedras. Se utilizados com a função de memorial, pensava-se que estes amontoados de pedras podiam ajudar as almas neles contidas a encontrarem finalmente descanso. É certamente um lugar com um aspecto místico. Construídos espontaneamente pela população local ou por quem lá passa ao longo dos anos, estas “colunas” parecem materializar as almas dos marinheiros aqui naufragados, eternamente amarrados a esta ponta rochosa. Trata-se de um lugar que não nos deixa indiferentes.

Não muito longe do lugar do naufrágio do Serpent, eleva-se hoje o farol de Cabo Vilán.  Substituindo uma primeira estrutura mais pequena e alimentada a vapor, foi o primeiro farol eléctrico de Espanha. Chega-se lá depois de alguns quilómetros num cómodo trilho de terra batida, salvo uma curta mas íngreme subida entre silvas e giestas, e o último trecho asfaltado. A vista desde as rochas do farol deixa-nos mais uma vez contemplativos. Chegar ali ao entardecer significa gozar um espectáculo capaz de reconciliar o corpo e a alma.

Ali, onde chegam os peregrinos

O final desta viagem será o solitário farol de cabo Finisterra (ou Fisterra). No entanto, antes de lá chegarmos, ainda faltam oito dias de caminho. Nove, se se escolher dividir em dois a etapa de 32km que liga Camariñas a Muxia. Se o caminho fosse um colar, esta etapa seria uma das pérolas mais brilhantes. Há pouco tempo deixámos para trás Cabo Vilán e ela aparece lá, no horizonte, além da Ría de Camariñas. “Consoante nos aproximemos, percorreremos a etapa com mais asfalto do caminho, afastando-nos do oceano por algum tempo, que ficará sempre no horizonte”, conta Fernando ao seu amigo, quando já se encontram na última parte da etapa que faz a ligação entre as vilas de Laxe e de Arou. Juntamente com eles, com surpresa, reencontramos Victor, que pensávamos tivesse ficado mais atrás.

Encontrámos Fernando em Camelle, nos arredores imediatos de Arou, da qual é separada apenas por um baixo promontório. É um caminhante muito bem organizado. Conheceu anteriormente uns dos voluntários que traçaram o percurso e, devidamente equipado, tem sido o anfitrião do seu amigo ao longo desta etapa. “Depois de termos passado por Camariñas, juntamente com o seu amplo porto de pescadores, caminharemos ao longo da ria com o mesmo nome, através de um lindíssimo e longo trecho de bosque”, continua ele, enquanto opera o seu GPS. Nas tranquilas águas desta enseada, observam-se mariscadores a trabalhar no fundo lodoso, revelado pela baixa maré. Ao seu redor há um grupo de pequenas garças brancas e outras aves de rio.

Este é um trecho da Galiza autêntica, quase arcaica, com pequenas povoações que ainda guardam muitas das velhas construções em pedra que, em estreitas vielas, se misturam com outras mais recentes, enquanto um cão nos acompanha por uns metros ou um gato nos observa com ar desinteressado. Perto de áreas habitadas ou de campos cultivados, são omnipresentes os típicos hórreos. Construções em pedra ou em madeira – estas últimas mais raras, devido à difícil conservação no tempo –, são os típicos celeiros do Noroeste da Península Ibérica. A sua forma lembra a de uma cabana, levantada por meio de grossos pilares para proteger a colheita da humidade ou dos roedores. É possível vê-los de diferentes tamanhos. Antigamente, quanto maior fosse um hórreo, maior era a colheita que podia conter e mais rico era o dono do terreno.

Um pouco mais à frente, o Caminho dos Faróis começará a cruzar-se com o caminho que depois de Santiago passa por Muxia, chegando a Finisterra. Pouco antes da entrada em Muxia, atravessa-se um lindíssimo pinhal que parece quase querer ocultar a aldeia no último momento para depois, de repente, a descobrir. Recebe-se muito, tanto do mar, como da terra, como a lenha para cozinhar. “Com isto a minha mulher consegue cozinhar para os próximos dias”, diz Jesús, aparecendo sem pressa das samambaias com um tronco acabado de cortar apoiado no ombro esquerdo e uma bengala na mão direita. Tem 83 anos, mas não parece. “Em 1936 nasci eu, na altura da Guerra Civil na Espanha. E assim já… já correu muita água debaixo das pontes [ya llovió]”, afirma, pensativo, fazendo alusão ao tempo que já passou. Em Muxia, desde 1947 sem nunca ter deixado a Galiza, tem atrás de si quarenta anos como pescador.

Entra-se no povoado pelo mesmo percurso indicado pelas conchas do Caminho de Santiago, passando por duas tranquilas praias e um trecho de passadiços de madeira. É como se fôssemos magneticamente atraídos para a ponta desta pequena península. Lá, entre as rochas polidas pelo vento e pelas ondas, surge a capela de Nosa Señora da Barca. A entrada está virada para o oceano, evidenciando desde logo a sua estreita relação votiva: a tradição crê que, neste local, São Tiago viu Nossa Senhora por cima de um barco de pedra, enquanto rezava. A estrutura surge a pouca distância das chamadas Pedras Santas, um lugar que outrora fora de cultos pagãos. Não muito longe da capela ergue-se La Herida, imponente escultura em memória do naufrágio do petroleiro Prestige, em 2002, que se mostra como uma enorme brecha entre dois blocos de pedra. Quem tiver tempo, um dia aqui é um dia bem gasto.

Contudo, há mais dois dias para se chegar a Finisterra. Ainda tem de se passar pelo farol de Cabo Touriñán, o farol mais ocidental da Espanha peninsular. Mas, como num bom filme, o melhor chega no fim. No último dia, a poucos quilómetros de Nemiña – conclusão da penúltima etapa –, e após termos andado outra vez por altos promontórios com pequenos regatos a atravessarem o trilho, os nossos passos e o nosso olhar serão livres de deslizar ao longo da pura vastidão da praia do Rostro.

Dois quilómetros de uma extensão de alva areia que, a perder de vista, separa o azul do oceano do verde das colinas. Bandos de gaivotas levantam voo à nossa passagem, para depois se empoleirarem um pouco mais longe. Após alguns quilómetros de costa montanhosa, depois da milésima viragem, eis a aparição. É o Cabo de Finisterra, juntamente com o seu farol. Lá em baixo, o Caminho dos Faróis converge pela última vez com o Caminho de Santiago, e a nossa história com as mais de mil dos peregrinos, chegados dos quatro cantos do globo. Há quem queime roupa usada durante o caminho, quem procure um canto de recolhimento – nem sempre fácil por causa dos muitos turistas –, quem deixe o próprio bastão nas rochas ou quem simplesmente volte para a aldeia de Finisterra, cada um com a sua mochila e os seus pensamentos.

O Camiño dos Faros, reconocido en todo el mundo

Lo dice The Guardian

Lo dice The Telegraph

Lo dice Google

Lo dice Sebastián Alvaro

Lo dice la revista Oxígeno

Lo dice Lis Nielsen

Lo dice Wandermagazine

Lo dice la revista Viajar

Lo dice National Geographic

Lo dice Booking

Lo dice John Hayes

Lo dice The Boston Globe

Lo dice Los Angeles Times

Lo dicen los niños

Lo dice el Cluster de Turismo

Lo dice The Times

Lo dice la  Federación Europea  de Senderismo

Lo dice la World Trails Network

Lo dicen las televisiones, que lo toman como el mejor escenario …

Lo dicen los principales touroperadores europeos de senderismo …

Lo dicen miles de trasnos que encontraron en este camino el sitio perfecto de su recreo de la manera más respetuosa, sostenible y  conservacionista que se puede dar…

… ¿Y tú, qué dices?

 

O Camiño dos Faros en la prensa de Estados Unidos

Después de salir en Los Angeles Times y en The Boston Globe, continuamos la aventura americana. El periodista y trotamundos californiano Doug Hansen vino, con su mujer, a recorrer O Camiño dos Faros para realizar este reportaje  que salió durante esta semana en los siguientes medios norteamericanos:

Algunas de las reflexiones que saca de su experiencia como trasno son éstas:

  • Cualquier persona que sea aventurera, le encante viajar a Europa y está en condiciones de hacer caminatas de 10 millas debería considerar seriamente hacer esta caminata.
  • La variedad de senderos y paisajes hizo que cada caminata fuera una delicia.
  • Durante nuestro viaje a mediados de mayo, la profusión de flores nos deleitó mientras admirábamos los intrincados diseños y colores de las majestuosas dedaleras moradas, deslumbrantes flores amarillas (la espinosa flor nacional de Galicia, cubriendo laderas enteras), margaritas blancas, e innumerables otras.
  • El océano, sin embargo, fue la estrella del espectáculo. Me sentí diminuto ante la presencia de las poderosas olas del Atlántico que rodaban hacia la orilla en una procesión constante desde algún lugar invisible, coronando y rompiendo con una intensidad feroz.
  • El silencio y la soledad fueron los sellos distintivos de la estadía de cada día. Los únicos sonidos que escuchamos fueron pájaros que cantaban, el viento soplaba entre los árboles o las olas rompían contra la costa. El aire estaba limpio y la temperatura enérgica, con intervalos frecuentes de tiempo nublado, fresco, ventoso y lluvioso intercalados con gloriosas ráfagas de luz solar.
  • Alojarse en agradables ciudades pequeñas y pueblos que nunca hubiéramos visitado hizo que nuestra caminata fuera muy especial. Notamos que prácticamente todas las casas estaban bien cuidadas y pintadas, en su mayoría en tonos de blanco con algunas de color azul bebé, verde claro o amarillo que se mezclaban con sus techos de tejas rojas.
  • Mientras paseaba por las aldeas rurales, me intrigaron las llamativas estructuras rectangulares de piedra de Galicia, llamadas horreos, colocadas sobre pedestales de piedra en forma de hongo, utilizados durante siglos para almacenar granos para el ganado durante los meses de invierno.
  • Encontramos que las personas locales son amigables, acogedoras y honestas; en una pequeña tienda le pregunté al dueño sobre qué botella de vino Albarino me recomendó, por lo que se llevó mi botella de 8 euros y la reemplazó con una botella de 3 euros, y me explicó que era mucho mejor. ¿Dónde más podría suceder eso?
  • Galicia es famosa por sus productos del mar, los menús se centran principalmente en el pulpo, varios tipos de mariscos, y su codiciada delicadeza, percebes. La cerveza local era buena, pero disfrutamos de los omnipresentes panes y quesos frescos. Siendo un fanático del vino blanco, me alegré al descubrir que la mayoría de los vinos locales eran variedades blancas que sabían muy bien y cuestan entre dos y cinco dólares.
  • Mi esposa y yo nos dimos cuenta de que nosotros también son peregrinos en busca de sentido, conciencia y alegría en nuestro viaje por la vida y nuestra experiencia de senderismo en Galicia nos ha llevado más allá en ese camino de formas que no olvidaremos.

Doug Hansen es un escritor y fotógrafo de viajes de Carlsbad, California. Vea más fotos y artículos en www.HansenTravel.org,

Un paisaje en cada paso