Por el sendero que bordea la Praia de Arnela llegamos a los primeros acantilados del Cabo da Nave. Toda esta etapa nos ha llevado por una costa agreste y abrupta, que hemos ido atravesando por las alturas, pero este tramo no tiene comparación.
Durante dos kilómetros y medio, iremos ascendiendo progresivamente por un sendero, desde una altura de 40 metros hasta los 220 metros de las antenas del Cabo da Nave.
Un tramo duro que deberemos tomar con muchísima tranquilidad y que tiene difíciles escapatorias. Desde el sendero vemos todos estos acantilados salvajes que caen en picado hacia un Océano bravo, salvaje, tenebroso…
Estamos andando por un sitio seguro, pero mirar hacia abajo produce mucha sensación de vértigo. Desde allí, Punta Longa se parece a un cocodrilo adentrándose en al mar.
El sendero es espectacular y volvemos a estar en una ruta de montaña al nivel del mar
Rocas inmensas que nos hacen emplearnos a fondo, en un continuo subir y bajar…
y acantilados vírgenes que sólo pueden tener dos colonizadores posibles: las aves y estas cabras, que hacen auténticos equilibrios para mantenerse y no caer al océano…
En la segunda parte del tramo el sendero, aunque sigue en continua pendiente, es más fácil de andar. Después de esta dura caminata, llegamos a las antenas del Cabo de la Nave, donde aprovecharemos para descansar un poco antes de afrontar los últimos kilómetros de este Camiño dos Faros.
Las vistas desde esta azotea son espectaculares. El monte que cae en picado, la playa de Mar de Fora y el imponente Monte Facho, que esconde en su final nuestra meta: el Faro de Fisterra.
Bajamos por la carretera de las antenas hasta encontrar una desviación a la derecha que nos llevará directamente a Mar de Fora.
Este tramo entre Punta do Rostro y Punta Castelo resume muy bien O Camiño dos Faros. Una costa de sublime belleza, llena de historia desde tiempos inmemoriales y que esconde un pasado de muerte en medio del paraíso.
Subimos de la playa y la panorámica desde la Punta do Rostro es impresionante. Tenemos que tener cuidado de no acercarnos mucho y contemplaremos esta maravilla en todo su esplendor: acantilados que caen en picado hacia el océano, con la Punta Castelo al fondo, mirando desafiante.
Justo aquí, en medio de esta explosión de vida, se produjo uno de los sucesos que cambió por unos días la vida de una comarca entera.
La mañana del 5 de diciembre de 1987 el carguero de bandera panameña Casón navegaba a 15 millas de Fisterra con 31 tripulantes, todos de nacionalidad china, con una carga cocktail de 1100 toneladas de productos químicos inflamables, tóxicos y corrosivos con destino a Shangai. En medio de un fuerte temporal, sufre un movimiento de la carga que provoca un grave incendio a bordo.
El capitán, único conocedor de la carga real, ordena abandonar el barco. En medio del humo y los gases tóxicos muchos se tiran al mar, todo antes de permanecer en aquel infierno flotante que estaban metidos. Los medios de salvamento únicamente rescatan con vida a 8 de sus tripulantes.
En este tiempo, el armador se niega a responder del rescate y el Cason, a pesar de estar el remolcador en sus cercanías, acaba embarrancando a primera hora de la noche entre la Punta das Pardas y el Castelo.
A partir de ahí surgen las más variadas hipótesis sobre la carga del barco y empieza a cundir la preocupación en la gente hasta que, en la tarde del 10 de diciembre y emitido en directo por la televisión, la carga vertida al mar provoca explosiones al contacto con el agua y el barco, en medio de una nube de humo, parece que va a estallar de un momento al otro. Esto alarma definitivamente a la población, ya intranquila debido a la falta de coordinación y a la información contradictoria de autoridades y medios de comunicación.
Esa noche, el Delegado del Gobierno anuncia en la Radio Galega que hay una nube tóxica y se están enviando 700 autobuses a Fisterra para evacuar a la población. Ante tal declaración, se produce una huida masiva por sus propios medios de los vecinos que escapan despavoridos hacia poblaciones más lejanas y seguras. Las calles principales de Vimianzo y Carballo se convierten en un ir y venir de gentes que llegan asustadas, en coches, en autobuses, en los camiones del pescado llenos hasta arriba… Horas más tarde García-Sabell desmiente que la nube de la explosión fuera tóxica. Pero ya era tarde.
Colegios y pabellones se llenan de vecinos, unos 12000 que poco a poco, fueron regresando a sus aldeas, aldeas donde habían permanecido otros de sus vecinos que decidieron no abandonar sus hogares.
La historia de este barco no se quedó ahí. El gobierno decide llevar la carga a Brens pero los vecinos se oponen. A partir de ahí se produce un peregrinaje que acaba en Alumina-Aluminio en San Cibrán. Allí, en medio de la histeria general, los trabajadores abandonan la empresa y provocan una parada repentina en los hornos que inutiliza completamente la planta, con unas pérdidas calculadas en 120 millones de euros, el siniestro más caro de un seguro en España. Fueron despedidos 109 trabajadores y los 22 miembros del comité de empresa.
Finalmente, la carga del Casón terminó en Amberes, el barco se desguazó y la estructura continúa aquí abajo, a menos de 100 metros de esta costa llena de historias, en esta Costa da Morte.
La periodista Cruz García, de la Televisión de Galicia, contó en primera persona esas primeras explosiones al mundo.
Desde la Praia de Lires a la del Rostro, O Camiño dos Faros se mete en un tramo por el que vamos a ver el litoral de Canosa, antiguamente llamado Ribeira de Calvoa, desde todas las perspectivas, con los acantilados de Punta Lagoa y la Mexadoira como principales protagonistas. Es un tramo complicado del camino, no os metáis con condiciones de viento o lluvia fuertes, pero fijaros bien en las flechas y no tendréis ningún problema.
Salimos por el sendero ancho de tierra que parte de la playa y llegamos a las calas de Area Pequeña y Area Grande. Allí empieza la primera ascensión del día, corta pero intensa, que nos lleva a una altura desde donde contemplamos perfectamente lo que vamos dejando atrás.
Al llegar a Punta Lagoa descendemos para ver el acantilado desde las alturas. Ahora sí que escuchamos romper las olas allí abajo y, las vistas del Petón Vermello y Punta Besugueira con Praia do Rostro al fondo, merecen más de una parada.
Pero ojo, estos acantilados son inaccesibles y no bajaremos a ellos, el sendero se vuelve a meter de nuevo hacia el interior. Hay que tomarse con mucha tranquilidad la etapa que es bastante dura, pero es la última y la queremos disfrutar. Una vez que salimos del acantilado de Punta da Lagoa, el camino se vuelve más ancho y fácil de andar, mientras caminamos a más de 100 metros sobre el nivel del mar que no dejamos de ver y escuchar en ningún momento.
Así llegamos a la desviación por la que bajamos a Punta Mixirica, comienzo del acantilado da Mexadoira, que atravesamos en fila de a uno. No os salgáis fuera del sendero porque aquí sí que en algunos metros cae en vertical.
Es alucinante… y difícil de describir. Los acantilados caen en vertical sobre una base de rocas que, con el mar rompiendo y el peñón de granito rojo, confieren un paisaje muy peculiar.
Al final del acantilado, un regato que baja del monte cae en los bolos de la costa, formando una pequeña cascada. Tened cuidado y no os acerquéis mucho al borde ni bajéis a sacar la foto de la cascada, porque todas esas rocas están muy resbaladizas y es muy difícil aguantar el equilibrio.
Cuando llegamos y nos damos la vuelta, es cuando realmente admiramos, sin ningún peligro, toda la belleza de este lugar. Otra vez un tramo salvaje único del Camiño dos Faros… y desconocido para la mayoría.
Salimos de Mexadoira y ya vemos la inmensidad de la Praia do Rostro, a la que llegaremos en pocos minutos.
Si llevábamos una etapa de grandes subidas ahora toca el gran descenso de la etapa. Desde los 269 metros de la cima de Monte Pedrouzo tenemos que bajar al nivel del mar, por la Ribeira de Viseo para llegar a la playa de Moreira.
Al fondo vemos la silueta de Faro Touriñán, otro de los puntos claves de este Camiño dos Faros, al que tardaremos aún un par de horas en llegar.
Vamos en continuo descenso entre toxos por esta Ribeira de Viseo hasta llegar a la mayor bajada del Camiño dos Faros: la bajada a Moreira (600m, -25%). Nuestra ruta son sensaciones y esta es máxima. Mientras tenemos cuidado de no caer de culo, cosa que es muy posible en este tramo, nos paramos de vez en cuando para, a vista de pájaro, contemplar otra panorámica que sólo puedes ver si eres trasno.
O Camiño dos Faros es el de la diversidad de paisajes, incluso en la misma época. Algunos años estas margaritas cubren todo este monte como se puede ver en las imágenes. Otros años no.
El próximo objetivo de este Camiño dos Faros es el Peñón de Soesto. Después de pasar el cementerio tomamos la desviación a la derecha que nos dirige por un estrecho sendero por el que recorremos la Enseada da Baleeira.
Caminamos en fila de a uno…
…y cada cual busca su rincón para contemplar esta maravilla…
… el mar rompe en todas las puntas y nosotros caminamos sobre él, escuchándolo, sintiéndolo…
Antes de existir O Camiño dos Faros nunca hubo por aquí una ruta de senderismo. La sensación de vértigo al recorrer estos acantilados es máxima aunque tenemos siempre un margen para que cualquier error no sea fatal.
Antes de alcanzar la Punta do Castro, el camino se desvía a la izquierda para subir al Peñón de Soesto.
Al acabar las casas en dirección al faro, un camino a la derecha nos indica el principio de esta ruta por el Monte da Insua, que nos llevará hasta el faro.
Dejamos a nuestra derecha la Ría de Corme y Laxe después de varios días recorriéndola… ¡qué cerca está el Roncudo y qué lejos a la vez!. Como ya sabéis, O Camiño dos Faros tiene de especial que en cada momento de la ruta vas viendo el camino ya realizado y las metas a donde tienes que llegar.
Antes de llegar al faro, nos encontramos con los primeros acantilados de este Monte da Insua.
O Camiño dos Faros no es una ruta sencilla ni mucho menos… mucha subida y bajada que te ayudarán a ponerte en forma. Eso sí, arriba siempre tienes el premio de unas vistas únicas…
En esta punta es donde más vamos a visualizar el problema de la Carpobrotus Edulis (uña de gato), planta invasora de procedencia sudafricana que está acabando con la flora autóctona de los acantilados. Sin duda, un problema grave
Por el sendero del Monte da Insua llegamos al faro y continuamos por mar abierto, donde descubriremos dos curiosidades de la naturaleza: la Furna da Espuma y la Praia dos Cristais.
Este tramo comienza en el cruce a la izquierda de la carretera de Area das Vacas, por un sendero entre el bosque camino de nuestro hábitat natural… el mar.
Después de casi 12 kilómetros, volvemos a la costa. A la derecha la Punta do Padrón y las Furnas dos Corvos y de Valouta, con Monte Branco al fondo.
Enfrente, toda la ría que ya recorrimos, con Corme y el Faro Roncudo al fondo.
Un sendero de tierra y fácil de caminar, aunque siempre con la dificultad de ir bordeando una costa llena de puntas y furnas.
Rodeamos la Furnela Mundiña. Allí existía un faro antiguamente, ahora es una residencia privada. Enfrente, vemos la Illa do Castelo. Merece la pena la parada para ver el espectáculo del mar rompiendo.
Al otro lado, la Punta do Cabalo y el Monte da Insua, con el Faro de Laxe.
Así llegamos a la Praia de Rebordelo, fin de otro tramo muy chulo de este Camiño dos Faros que, antes de esta aventura, estaba cerrado al senderismo.
O Camiño dos Faros llega al Faro Roncudo de una manera totalmente diferente al resto de las rutas. Desde la aldea del Roncudo cruzamos el parque eólico para, desde la penúltima fila de eólicos, descender hasta a Laxe das Pesqueiras por una senda complicada y bastante técnica, donde a veces es complicado mantener el equilibrio.
Continuamos por el pequeño camino entre toxos y atravesamos los salientes que se meten en este mar del Roncudo.
Hay un momento en que podemos ver los tres faros de estas primeras etapas, caso único en todo el camino. A nuestra derecha vemos los de Punta Nariga y las Islas Sisargas…
…y, a la izquierda, el Faro Roncudo, que alcanzaremos en poco tiempo.
Grandes acantilados, testigos de historias de naufragios y enormes furnas, como esta de Fuxisaca, que poco a poco nos van llevando hasta el faro.
Desde a Praia da Barda a la aldea de O Roncudo los trasnos hemos recuperado un antiguo camino de percebeiros que nos acerca a una costa espectacular, A Costa da Tremosa, llamada así por la ola gigante que se forma en los bajos del mismo nombre y que últimamente se está dando a conocer entre los surferos de grandes olas de todo el mundo.
El tramo es un rompepiernas por lo que os recomendamos tomárlo con muchísima tranquilidad. Existe otra opción más sencilla que llega a la aldea de O Roncudo por la pista de tierra de los eólicos. Pero O Camiño dos Faros va siempre que puede por el camino más cercano al borde del mar. El sendero sale de la Praia da Barda ya en ascenso continuo, desde el que vamos viendo esta hermosa cala cada vez más pequeña.
No paramos de ascender durante el primer kilometro hasta alcanzar la Punta Espiñeira, donde podemos hacer una parada para disfrutar de las vistas del océano, con A Arbosa y Nariga .
A partir de ahi, continuamos por la costa en un sendero irregular a unos 50 metros sobre el nivel del mar, contemplando estos acantilados salvajes que nos acercan a la Punta do Castro.
Justo enfrente podemos ver los baixos da Tremosa donde, con determinadas condiciones meteorológicas, se produce esa ola gigante.
Continuamos por la Enseada da Grixoa y la Punta das Eiras, que se adentra en el mar y que seguramente tendrá unos buenos percebes como el resto de estas piedras.
Al llegar a la Punta Percebellosa el camino se separa de la costa para ascender a la aldea de O Roncudo, a donde llegamos después de recorrer otro tramo espectacular que estaba oculto al senderismo.
En las casetas del Porto de Santa Mariña comienza este tramo que nos llevará hasta la Praia da Barda. En los primeros metros costeamos por detrás del puerto…
… hasta llegar a la cruz que nos indica que, unos metros más adelante, nos tenemos que meter a la izquierda, hacia el interior. Mucho ojo en este cruce ya que es imposible continuar por la costa.
Al meternos entre los montes de Monte Mean y la Arbosa, y con un poco de suerte, podemos ver la única manada de caballos salvajes que hay en este camino. Pegado a la roca, un pequeño y artesanal curro ayuda al dueño en sus cuidados. Es una pena que no existan más manadas por la costa, pero lo cierto es que es así.
Continuamos por el sendero encajonado entre montes hasta llegar a la carretera, que abandonamos a escasos 200 metros para ascender el monte da Arbosa.
Al llegar arriba O Camiño dos Faros nos vuelve a sorprender con un paisaje único y que sólo puedes ver si haces este camino. Un entorno completamente virgen que merece una parada en una de sus piedras sólo para admirar: la Enseada da Barda.