Cereixo

O Camiño dos Faros llega a Santiago de Cereixo, perteneciente al concello de Vimianzo. Un entorno singular y estratégico para el comercio que ya existía en el siglo X, pero los saqueos vikingos y árabes de los siglos XII y XIII lo destruyeron por completo. Para su refundación, el rey Alfonso XII le otorgó la carta puebla y varios privilegios, visitándolo en 1228 y fortaleciéndolo frente a los señores feudales. Su puerto fue muy importante en la época.

Antes de llegar, nos sorprende la silueta de un hórreo de 19 pies, uno de los mayores de Galicia. Está situado en Vila Purificación, un pazo barroco del siglo XVIII donde se cobraban los tributos, y que también cuenta con un palomar.

A la altura de las primeras casas cogemos el camino que nos lleva al borde del río.  Lo primero que nos encontramos es un ingenio de hace siglos, el molino de mareas. Construido en el año 1679 por la familia de los Moscosos y Altamira, el molino aprovechaba para moler tanto la fuerza del río Riotorto como la de las mareas de la ría. Ahora es utilizado como vivienda teniendo la entrada por una pasarela sobre el río.

Desde el molino el sendero nos lleva por el paseo fluvial del Riotorto, con paneles de información que nos ayudarán a comprender la fauna y flora. Al otro lado, hermosas casas colgantes por las que no parece haber pasado el tiempo. Aprovechamos estas agradables sombras del río para realizar la parada principal de avituallamiento. Llevamos un poco menos de la mitad de la etapa y tampoco podemos demorarnos mucho si queremos llegar a Muxía.

Por las escaleras subimos a la iglesia de Santiago de Cereixo, que fue construida en el siglo XII, conservando de esta etapa la planta románica y parte de los muros.

Lo más destacable es la imagen en el tímpano de una de las puertas, realizada en el siglo XII. Es la representación más antigua en piedra del traslado del cuerpo de Santiago Apóstol (Translatio) a Galicia, en una barca con siete discípulos.

Al lado de la iglesia nos encontramos las robustas Torres de Cereixo, construidas por los señores de Calo y Carantoña en el siglo XVII posiblemente sobre una fortaleza anterior, que protegía la desembocadura de las constantes incursiones vikingas. Cuando dejó de tener importancia defensiva, y aprovechando las dos torres almenadas existentes, se construyó un cuerpo principal que las uniese. Así, la parte de abajo se usaba para cobrar tributos y la planta alta como vivienda.

En la fachada principal y lateral, los escudos representan a buena parte de las familias nobles de la época que, en algún momento de la historia, fueron dueños de este pazo. A comienzos del siglo XX, la última propietaria descendiente de esos linajes la tuvo que vender. En la actualidad, es propiedad de un arquitecto y no está permitido las visitas pero, por lo que vemos desde afuera, parece bien cuidada.

En el centro de la plaza, para cerrar este hermoso conjunto, un impresionante carballo (roble), del que desconocemos la edad exacta pero sabemos que lleva allí varios siglos, probablemente más que las propias torres. Debajo de su amplia copa es otro buen sitio para la parada y un merecido descanso.

¿Qué te ha parecido este recorrido? Hemos dejado el borde del mar y nos hemos adentrado en las riberas del río Grande, un tramo lleno de vida e historia que creemos ha merecido mucho la pena. Ahora, a levantarse, que queda media etapa y queremos volver al mar.

Salimos de Cereixo hasta llegar al cementerio donde, una pista a la derecha, nos lleva a la carretera de la Playa do Lago, donde andaremos unos 200 metros antes de tomar el desvío a la derecha hacia el río. Es un tramo de carretera complicado, sin arcenes y debemos estar muy atentos a los coches, que no esperan encontrarse alguien andando por allí.

Un paisaje en cada paso