Aquí, a la izquierda de la Praia do Trece, en Cabo Tosto, en la restinga conocida como Punta Boi tuvieron lugar tres naufragios a finales del siglo XIX que marcaron para siempre la historia y el nombre de la Costa da Morte: el Iris Hull (1883), el Serpent (1890) y el Trinacria (1893).
El Iris Hull era un barco vapor inglés de 1433 Tm que había salido de Cardiff con destino a la India vía Gibraltar, tripulado por 38 hombres. A las cuatro de la madrugada del día 5 de noviembre de 1883, en medio de un fuerte temporal del noroeste, choca con los llamados Baixos de Antón, en Punta Boi, destrozando el buque. La lucha entre la vida y la muerte no había hecho más que comenzar, prolongándose durante todo un angustioso día.
Así lo contó un testigo:»Ayer, serían las ocho de la mañana, circuló por esta villa la noticia de que en los bajos próximos a Cabo Villano había naufragado un vapor y que los tripulantes estaba en los palos pidiendo auxilio.
Inmediatamente y movidos por un sentimiento de humanidad, nos pusimos en marcha numerosas personas, deseando socorrer a los infelices que luchaban con la muerte y a la media legua de distancia en dirección norte y sitio nombrado Punta Boi, el cuadro que se presentó a nuestra vista era algo terrible: el buque, completamente sumergido y en parte destrozado; de los tres palos que tenía se conservaban dos y, en las jarcias, y atados a los mástiles,nueve hombres que, al ver a las gentes en a orilla, redoblaron sus gritos de socorro. Estaba próximos a tierra que, en días de calma, se puede hablar, quedando todas aquellas peñas en seco cuando baja la marea.
Tal espectáculo contrastaba el ánimo, aumentando la pena la imposibilidad de poder socorrerlos; enormes montañas de agua que los cubrían por intervalos, el viento sur soplaba con furia y las rompientes que se extendían más de dos millas a fuera, impedían que ninguna lancha pudiera llegar al buque para recoger a aquellos desgraciados«.
Durante todo el día, las maniobras de salvamento resultaron infructuosas. Dos de ellos intentaron alcanzar la costa a nado y acabaron desapareciendo entre las olas. Milagrosamente, hubo un superviviente llamado George Chirgwin que fue devuelto por el mar y apareció todo ensangrentado en la Playa de Reira.
Las críticas de la prensa de la época no pararon ante la situación de aislamiento que sufría la comarca. «Este triste suceso llenó de consternación a los habitantes de esta villa y al publicar la noticia hará usted un gran bien a la humanidad, llamando la atención sobre el abandono que existe por parte de las autoridades de Marina, pues siendo como es esta costa una de las más peligrosas y en donde son tan frecuentes los naufragios, no se cuenta con ninguno de los modernos medios de salvamento que tienen otros países, porque es indudable que si ayer se hubiera podido lanzar un cabo al buque tan cerca como estaba de tierra los que se aguantaron en los palos, a no salvarse todos, tampoco hubieran perecido. Pero, ya se ven nuestras autoridades se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena, y mientras, cuando se ofrece un caso de estos, hay que cruzarse de brazos y ser simple espectador».
Los cuerpos fueron enterrados en las proximidades de Punta Boi, una punta asesina donde siete años después iba a producirse el naufragio que más repercusión tuvo en la época.
El buque Serpent era un barco de la corona británica, con una eslora de 75 metros y una dotación de 175 hombres, había zarpado del puerto de Plymouth el 8 de noviembre de 1890 con un fuerte temporal del SW, capitaneado por el experimentado Harry L. Ross. Iba acompañado por el cañonero Lapwing y se dirigía a Sierra Leona vía Madeira.
A las 11 de la noche del 10 de noviembre se va contra las rocas de Punta Boi. Encajado entre las rocas, logra mantenerse en la superficie durante algo más de una hora, lanzando varios cabos que se rompían contra las rocas. Intentan arriar los botes pero las olas los estrellan contra las rocas. Todos los intentos para abandonar el barco son infructuosos y vuelven a producirse las escenas de pánico en medio de la noche.
El duro mar se llevó para siempre a los tripulantes del Serpent. Sólo tres se pudieron salvar la vida milagrosamente, siendo escupidos por el mar hacia la Playa de Trece. Dos de ellos deambularon monte arriba hasta que, a la mañana siguiente, fueron avistados por un labrador en Pescadoira.
En los días posteriores, el mar fue depositando los cuerpos sin vida de los otros 172 tripulantes del Serpent, la mayoría muy jóvenes. Los vecinos de Xaviña y Camariñas ayudaron a darles sepultura consagrando el lugar donde ya estaba enterrados los del Irish Hull con un pequeño cementerio, hoy llamado Cementerio de los Ingleses.
Después de este suceso, el cura de Xaviña y las gentes del lugar fueron obsequiados por el Almirantazgo inglés. Una escopeta para el cura, un reloj de oro para el alcalde y un barómetro para el pueblo de Camariñas que aún puede verse hoy en una casa del puerto.
Durante muchos años, cada vez que un barco de la armada inglesa surcaba estas costas, disparaba salvas de reglamento lanzando al mar una corona de flores. Este ha sido el naufragio sucedido en esta costa que más eco tuvo en la época.
A partir de la tragedia del Serpent, se iniciaron una serie de reformas para mejorar la navegación en este litoral, como la construcción del nuevo Faro Vilán, que se aceleró con el último de los accidentes de esta triada infernal.
Era la madrugada del 6 al 7 de febrero de 1893 y arreciaba el temporal en la costa de Vilán. El barco inglés Trinacria había salido de Glasgow con destino a Gibraltar, Génova y Livorno, con un cargamento de hierro, ladrillo, carbón y cera. En el viajaban 33 tripulantes y 4 pasajeros, entre ellos una niña de 15 años.
Cuando estaban a punto de hacer la recalada en Vilán, su capitán Mr. Muny no se debió dar cuenta de que se estaban acercando peligrosamente a tierra. A las seis de la mañana del día 7 se estrellaba contra los bajos de Lucín. Las escenas de pánico se vuelven a suceder en esta Costa da Morte y otro barco es víctima de esta Punta Boi que no perdona. A siete de sus tripulantes, no se sabe como, devolvió milagrosamente el Mar de Trece a la playa, viendo impasibles al amanecer como nada quedaba ya del Trinacria. Fueron llevados a Camariñas llenándolos de atenciones hasta que, dos días después, partieron para Corcubión.
Poco a poco, el mar fue escupiendo cadáveres, que fueron enterrados en la cercanías. Pasados unos días, aparecía entre las rocas una masa ingente de maderas, cuerdas, cera, ropas y cadáveres. A pesar de los esfuerzos por intentar identificarlos, era imposible y no quedó más remedio que rociarlo todo con gasolina y quemarlo. Desde aquel día, este lugar muy cerca de Punta Boi se conoce como «A furna dos difuntos queimados».
Este accidente ya fue la gota que colmó el vaso. Habían pasado tres años desde lo del Serpent y se habían producido en un corto espacio de tiempo varias catástrofes en un mismo punto. Los marinos ingleses ya le llamaban a este tramo del litoral la Costa da Morte y las autoridades inglesas presionaron a las españolas. Faro Vilán se inaugura en 1896, siendo el primer faro eléctrico que orientó a los marineros en esta complicadísima Costa da Morte.
Hacemos una parada para visitar el cementerio y, mirando para el mar de Punta Boi, pensamos en lo hermoso que es O Camiño dos Faros para algunos y lo trágico que ha sido para otros.
Desde el muro del cementerio vemos al norte las puntas que hemos recorrido: Roncudo, Laxe…. Una vez bordeemos Punta Boi dejaremos de verlas y contemplaremos por primera vez el mítico Cabo Vilán, punto clave en este Camiño dos Faros y que aún tardaremos unas dos horas en alcanzarlo.
Panorámica 360º del Cementerio de los Ingleses