Castro de Castromiñán

En la cumbre de Punta Castelo y adentrándose en el mar, nos encontramos con otro vestigio de la historia de muchos siglos atrás, nada menos que de la Edad de Hierro: el Castro de Castromiñán.

Cuando nos vamos acercando, distinguimos perfectamente bajo la mata de toxo las dos murallas que lo circundan. A primera vista nos parece un lugar inhóspito pero, como en todos los castros, la ubicación no es casual, aprovechando el agua de varios manantiales que surgen allí mismo.

Nuestros ancestros se las ingeniaron creando una atalaya artificial en la parte más alta para protegerse de los vientos más fríos. Desde las alturas podían controlar todo sin ser vistos  y, rodeados de precipicios, no necesitaban ninguna otra defensa.

Debajo de donde pisamos seguramente pudiéramos encontrar muchas claves para entender su día a día. Echadle un poco de imaginación…. Aunque está catalogado, apenas se ha profundizado en su estudio y menos excavado, aunque últimamente parece que se tiene la intención de ponerlo en valor. Para ampliar información, podéis leer este artículo de Manuel Gago.

A su lado, la Punta Gavioteira, otro acantilado desafiante. Su nombre no nos extraña…que mejor sitio para vivir siendo una ave marina que estos parajes solitarios…

Desde allí podemos ver perfectamente nuestro siguiente destino: la playa de Arnela y los acantilados del Cabo de la Nave. 

Un paisaje en cada paso